OPINION

Justin Trudeau

Joana Maria Borrás | Domingo 05 de febrero de 2017
A veces, como si de una casualidad se tratara, una mala experiencia nos deposita, vapuleados, en brazos de un sueño convertido en realidad. Otras veces, la niebla al disiparse, descubre ante nuestros ojos, paisajes en los nunca antes nos fijamos, porque estaban allí siempre y sólo, cuando desaparecieron tras la niebla, nos dimos cuenta de que los necesitábamos y de que existían.

Pasa lo mismo con los personajes públicos que copan las portadas de los medios de comunicación a diario. A veces, es necesario que aparezca alguien como Trump, para que nos demos cuenta de que es posible y necesario hacer las cosas de un modo diferente y de que, además, hay en algún lugar del mundo, alguien que lo hace.

Justin Trudeau es, ante todo, un gran comunicador (el discurso que pronunció al morir su padre no tiene desperdicio) y a partir de ahí, un Primer Ministro diferente que habla con el corazón. Es difícil aún hoy, cuando todos estamos convencidos hasta la saciedad, de que el dialecto de la política está desfasado y a punto de pasar a mejor vida, conseguir que un político nos hable claro, nos diga algo concreto, y sobretodo, nos hable con el corazón.

Justin Trudeau es la punta del iceberg de una nueva forma de hacer política que, no me cabe la menor duda, llegará a consolidarse, espero que, mucho antes de que las confrontaciones civiles acaban siendo algo más.

Hablar y gobernar con el corazón no priva, pero privará, porque dará votos. La ventaja es que quien no tiene corazón no puede hablar por él y por tanto, quizás podamos quitarnos de encima a esos que nunca vieron en el quehacer político más que una forma de ganar el prestigio que nunca tuvieron como personas anónimas.

Trudeau anuncia cambios importantes en Canadá que representan el respeto a la libertad individual y a los derechos fundamentales y, encarando a Trump le grita que ellos si recibirán con los brazos abiertos a los refugiados e inmigrantes (aunque será con un tope máximo de 50.000 durante este 2017).

Le oí hace poco en un discurso y hablaba, públicamente y sin sonrojarse, de “compasión”, al defender la entrada de inmigrantes en Canadá. Jamás he oído a un político de los nuestros hablar de compasión, creo que les da miedo que les confundan con cualquier cura de iglesia y sotana. A partir de ahora sin embargo, tengo la sensación, de que van a comenzar a utilizarla sin la vergüenza propia de quien está por encima de las emociones, por el simple hecho de ocupar un cargo público.