EDITORIAL

El PSOE en la encrucijada

Lunes 26 de septiembre de 2016

Tras las elecciones autonómicas de este pasado domingo en Galicia y Euskadi, ha llegado el momento de que los partidos políticos analicen los resultados y extraigan consecuencias para facilitar la formación de un gobierno en España que saque al país de la situación de excepcionalidad en el que se halla desde diciembre del año pasado, que se dice pronto. La mayor presión recae en el PSOE de Pedro Sánchez, que pierde fuerza en ambas comunidades (en Galicia 5 escaños y en Euskadi 7, una comunidad que llegó a gobernar con Patxi López) frente a un PP fortalecido por la mayoría absoluta que Núñez Feijoo ha conseguido revalidar en Galicia. Los socialistas se debilitan más y más a cada convocatoria electoral, lo que permite azorar que en caso de que finalmente haya que celebrar unas terceras elecciones generales en diciembre, la pérdida de escaños sería aún mayor que en diciembre de 2015 y junio de este año.

Los socialistas se debilitan más y más a cada convocatoria electoral

El PP parece haber logrado que la ciudadanía responsabilice a Pedro Sánchez de la situación, más que a Mariano Rajoy por no lograr los apoyos necesarios para lograr la investidura. La gente percibe al líder socialista, cuestionado desde sus propias filas, como un político sin altura de miras cuya negativa a facilitar la formación de un gobierno sin querer siquiera negociar contrapartidas, encarna la figura del perro del hortelano, que no come ni deja comer. Sánchez, animado por barones y baronesas socialistas como Miquel Iceta y Francina Armengol, quiere intentar ser investido presidente con el apoyo de Podemos y Ciudadanos, pero necesitaría el voto de los nacionalistas, cosa en la que no quiere participar el líder de Ciudadanos, Albert Rivera, ni tampoco muchos barones socialistas que de ningún modo pueden aceptar que el PSOE se alíe con formaciones proclives al independentismo o a referéndums de autodeterminación. Pero tras los resultados de ayer el secretario general del PSOE debiera entender que su legitimidad, tanto interna como externa, para intentar formar gobierno, es muy escasa y que de ningún modo le conviene enfrentarse a unas nuevas elecciones donde el varapalo previsiblemente sería antológico. La encrucijada a la que se enfrentan los socialistas es enorme y exige menos sectarismo y más responsabilidad y altura de miras.


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