OPINION

Paz y amor

Miguel Ángel Ariza | Sábado 19 de marzo de 2016

Dice Letizia que no cree necesario disculparse por su comportamiento poco ejemplar. Y no me estoy refiriendo sólo a esa “amistad peligrosa” con López-Madrid investigado por las tarjetas black, ni a esas cursiladas de “compi yoguis, “merdes” y “miss yous”; sino al contenido de esos mensajes. Al fondo. Entre líneas se puede ver una clara crítica al país y eso, señora mía, es muy grave. Que no le gusten determinados medios de comunicación (tal y como deja bien claro en sus reales whatsapps) me parece normal, todos tenemos nuestros gustos y preferencias; pero que se haya olvidado tan pronto de su pasado periodístico y no respete el trabajo de los demás (de sus ex-compañeros) ya dice mucho del tipo de persona que es usted.

Que encima critique al país que le da de comer (a usted, a su marido, a sus churumbelas, a sus suegros y a toda la tropa de asesores y sirvientes que necesitan) eso ya es de juzgado de guardia ( y sino que se lo digan a su cuñada).

Me da la impresión que se asemeja bastante, usted señora mía, a esa clase política (muy numerosa desgraciadamente) que solo persigue el calor y amparo de la butaca (que también afora en determinados casos). Creo que esa corona le vino como anillo al dedo para satisfacer sus ánsias de protagonismo y ambición; pero esa misma corona también lleva implícitas determinadas obligaciones que usted, parece, se salta a la torera y a su conveniencia.

Entiendo que aunque sea una reina yogui tiene su vida y su privacidad, y que este hecho signifique tener amigos, soportarles, y darles apoyo si lo necesitan. Lo entiendo, como también entiendo que tiene usted necesidades fisiológicas como yo. Entonces, precisamente: porque usted, como yo, es de carne y hueso; si quiere seguir disfrutando de las ventajas que supone pertenecer a esa élite que puede llevar corona y cobrar un sueldo vitalicio salido del bolsillo de todos los españoles, lo mínimo es que guarde la compostura, incluso en la intimidad de sus mensajes.

Decir “merde” es decir “mierda” pero a lo finolis. Y usted llamaba “mierda” a “todo lo demás” refiriéndose a esa prensa incisiva española que no deja de destapar escándalos (de toda índole y color) un día tras otro. Incluso su esposo, SM el Rey (más moderado, eso sí) afirmaba vivir en “un país difícil”. ¿Perdón?

Difícil es no llegar a fin de mes, difícil es soportar a la suegra los domingos cuando has trabajado toda la noche para obtener un sobresueldo, difícil es no poder comprar material escolar a tus hijos... lo que no me parece tan difícil es que te den una tarjeta black para gastar y encima una compi yogui te de una palmada en la espalda.

Lo que no me parece tan difícil es vivir con los “superpoderes” que conlleva la corona, esos mismos poderes que entre otras características, eximen a uno (y a sus descendientes) de estas preocupaciones tan mundanas de cómo pagar la factura de la luz. Ahí es nada señores!

¿Por qué cuesta tanto pedir disculpas?, ¿no saben que engrandece el alma?. Es increíble la hipocresía de los adultos. A los niños lo primero (casi) que les enseñamos es a decir “las dos palabras mágicas”, las que nos abrirán muchas puertas en el futuro: gracias y perdón. A medida que crecemos olvidamos dicha premisa tan importante. Pedir disculpas, parece, se asocia a debilidad. Y yo pienso que es, más bien, todo lo contrario.

Espero que estas últimas líneas moralistas y de exaltación del amor no os hayan molestado. Es el espíritu “yogui moñas” de Letizia que se me ha contagiado.

Y no os engañéis, no me estoy volviendo republicano ni de izquierdas, es, sencillamente que intento practicar lo que predico. Y eso, amigos, me llena de amor (además de orgullo y satisfacción).

Besos corazones! Paz y amor para todos!


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