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Crítica de "Los odiosos ocho": Tarantino sigue de homenaje

(Foto: @EW).
El Acomodador | Sábado 09 de enero de 2016

La sensación que me quedó tras ver "The hateful eight", la octava película de Quentin Tarantino, es que hará las delicias de sus incondicionales y quizás atraiga a algunos detractores, porque con este filme parece que el director avanza hacia la madurez cinematográfica, sin renunciar a sus señas de identidad y con un guión muy por debajo de logros pasados. Tal vez por esto último no es una película redonda, pero parece un punto y a parte dentro de su filmografía.



Enmarcada dentro de un hilo narrativo que ya esbozó en “Django desencadenado”, la nueva aventura del enfant terrible de Hollywood indaga un poco más si cabe en la dicotomía estadounidense por antonomasia (el norte y el sur -o los blancos y el resto, nativos y extranjeros…-), aunque en este ocasión desde un punto de vista un poco más reposado. Del gatillo fácil de Jamie Foxx pasamos a la paciente animosidad del Mayor Marquis Warren interpretado por Samuel L. Jackson.

La intención deliberada de Tarantino es rendir homenaje a los westerns crepusculares de Peckinpah, y en ocasiones tendente a los ‘spaguetti’ de Leone. Con una gran partitura de Ennio Morricone, el director logra quizás su película más preciosista (junto a los momentos mejor coreografiados de Kill Bill), recreándose en los bellos paisajes nevados y la cuidada puesta en escena dentro de la cabaña donde sucede la acción. En ella plantea una trama al estilo Agatha Christie pero en clave de western, uno más purista del que se planteaba en "Django".

No obstante, en tanto que el planteamiento es muy bueno y hace prever una gran película, el director y guionista se pierde en sus propios devaneos y pierde un tanto el hilo para desenlazar la historia, encontrando aquí al Tarantino más autocomplaciente. No se entiende si no la repentina voz en off (la suya) que se saca de la manga para acompañar la acción a mitad del metraje. Creo que fue el momento en el que el embrujo del western desapareció y a mi mente volvieron escenas de “Reservoir dogs” o "Malditos bastardos". La cinta deja de ser todo western y empieza a ser todo Tarantino, por ello me queda la sensación de ser una película fallida. Conociendo trabajos anteriores del creador, la nominación al Globo de Oro parece por inercia.

No sólo se homenajea a sí mismo, como hace en casi todas sus películas, sino que además lo hace recurriendo a situaciones y personajes que ya hemos visto. El desarrollo del personaje de Tim Roth es un claro ejemplo. Solo faltaba llamarlo señor Naranja en algún momento.

Por otra parte, no se puede decir que la interpretación de Samuel L. Jackson sea la mejor de su carrera, pero sí es lícito admitir que es en este filme en el que se muestra más descarnado e incontenible. El papel es un regalo para cualquiera, y el actor cumple su labor con histrionismo, aunque queda eclipsado por el magnífico plantel de secundarios conocedores del impulso que supone un envite como éste. Bruce Dern vive una segunda juventud en los últimos años, Kurt Russell parece un actor de verdad y Jennifer Jason Leigh está muy bien como catalizador de la historia, pero como en caso de Jackson, el papel es un caramelito, difícil era hacerlo mal.

Con todo, y obviando sus inevitables toques gore, Tarantino hace gala de una sobriedad que solo habíamos imaginado en alguna escena de "Malditos bastardos". Su dominio de la puesta en escena, al menos hasta la mitad de la cinta, hace esperar su próximo proyecto con interés. El desenlace, previsible y necesario, no decepciona en lo que es, entretenimiento y nostalgia por el lejano oeste.

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