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Desde el año 2008, el Gobierno de Canarias organiza anualmente una exposición bajo el nombre de Veinticinco pies -la profundidad a la que los submarinos suelen sacar el periscopio- que, en colaboración con la Unidad Departamental de Pensamiento Artístico y Prospectiva Cultural de Bellas Artes de la ULL, tiene la finalidad de dar a conocer los nuevos valores del arte canario, con frecuencia recién licenciados en Bellas Artes.
Este proyecto, comisariado por el profesor de la ULL y crítico de arte, Ramón Salas, plantea esta edición como la última, ya que a su juicio “aunque el talento artístico no deja de fluir, ni la fórmula está agotada, entendemos que ocho ediciones es un número suficiente como para recapitular sobre lo acontecido y plantear nuevos enfoques”.
La exposición se inaugura al público el viernes 11 de septiembre, a las 20:30 horas, y permanecerá abierta en la Sala de Arte Cabrera Pinto, en La Laguna, hasta el próximo 30 de octubre.
En estos ocho años y medio casi un centenar de artistas han mostrado sus trabajos en las exposiciones del proyecto. Ellos y ellas se han consolidado ya como las figuras más relevantes de las artes visuales canarias de su generación. La ‘generación 25 pies’, hijos de una cultura post-histórica que no puede seguir pensando el arte como una sucesión de estilos. Comparten, sin embargo, un elemento que, bien a su pesar, les ha marcado a ellos y a sus obras: “Son, para bien o para mal, la generación de la crisis. Nacidos a la esfera artística con los últimos coletazos de la cultura del derroche; su trayectoria artística ha ido al compás de los desproporcionados recortes en cultura, muy especialmente en artes plásticas, la falta de oportunidades y la emigración como único recurso”, apunta Salas.
Consecuentemente, su trayectoria está marcada por la ironía, la melancolía y la preocupación, pero también por una extraordinaria capacidad de adaptación, realismo, camaradería, compromiso y, sobre todo, una lúcida compresión del arte como actividad cultural sustancialmente diferente de las expectativas promocionales que falsamente alentaron los enfoques previos en materia de gestión cultural y que siempre favorecieron más a los mediadores que a los productores de cultura, a juicio de profesor Salas.
En esta exposición de fin de ciclo, a los nuevos y últimos integrantes de esta “generación 25 pies”, que expondrán en la sala de la planta baja del Cabrera Pinto, -Alejandro Castañeda, Claudia Torres, Adrián Gutiérrez, Patricia Fernández y Paula Díaz Castillo- se han sumado en la sala de la planta alta un buen número de los participantes en las ediciones anteriores que han querido mostrar su obra en esta pequeña celebración de despedida: Natalia Alfageme, Raquel Montilla, Inés Peña, Raquel Rojo y Mónica Sardiña, Ricardo Trigo, Rayco Márquez, Oliver Behrmann, Adrián Martínez, Javier Corzo, Idaira del Castillo, Mila Garsós, Ralph Kistler, Moneiba Lemes, Raúl Artiles, Rubén Oliva, Diego Vites y La Piscina Editorial (María Laura Benavente y Néstor Delgado), Pablo Requena, Gustavo Torres, Cristóbal Tabares, Noelia Villena y Chami An.
Es esta pues una exposición más emotiva y celebradora que “de tesis”, aunque en ella se podrán percibir muchos de los matices que caracterizan las trayectorias, en buena medida compartidas, de estos jóvenes artistas canarios. Se inicia ahora un proceso de reflexión sobre los últimos años de “los 40 años después de los 40 años” que ya tendrá que realizarse en otros formatos. “A esta exposición la hemos llamado 25.000 ft. -que ya no es la profundidad a la que los submarinos sacan e periscopio sino la altura de crucero de los aviones comerciales- porque estos jóvenes, más que emergiendo, están en emergencia, cogiendo aviones, para buscar oportunidades, desde los que observan el mundo del arte con una clara distancia irónica”.
No es la suya una generación que pueda identificarse por un procedimiento concreto, –practican la fotografía, el vídeo, la performance, el dibujo, la instalación, el arte digital y tecnológico, o la pintura, sin darle además mayor importancia a la herramienta que están empleando-; ni tampoco por una temática, “aunque los procesos de subjetivación en la era de su licuefacción, la precariedad y contingencia de las vidas y los recursos expresivos, la reflexión sobre la propia pertinencia de la práctica artística, la conversión del mundo en espectáculo y la lematización del territorio, el exilio y el viaje, la inquietud y la siniestralidad, la política y su crisis o la cultura visual digital son algunos temas frecuentemente visitados” explica Salas.
Lo que les une es, quizá, además de un destino, un tono. Un tono ambiguo, entre irónico y afectivo, optimista y descreído, realista y poético que seguramente sigue siendo el espacio de la lucidez.