Beatriz Díez-Mayans | Sábado 05 de septiembre de 2015
Si fuera radical ahora mismo estaría pidiendo a gritos y a base de insultos que a los que este fin de semana disfrutaban viendo como maltrataban a un toro en Fornalutx les hicieran lo mismo.
Si fuera radical, en lugar de estar sentada frente a mi ordenador escribiendo estas letras, estaría en el mismo sitio pero inundando las redes sociales de improperios y palabras tan fuertes que Facebook no me volvería a dejar poner ni un dedo en el teclado.
Si fuera radical, idearía como vengar al pobre animal que durante horas ha sido maltratado para diversión de muchos.
Todo eso si yo fuera radical. Como no lo soy, aunque ganas no me faltan, lo que hago es hacer un llamamiento a la razón, a la lógica y al sentido común. Un llamamiento a todos aquellos que tienen un mínimo de sensibilidad para que pongan fin a una tradición tan absurda como aquellos que la practican. Porque, sinceramente, por mucho que me lo expliquen no llego a entender donde está el arte, la cultura y la tradición en atar a un toro y zarandearlo durante horas entre gritos y empujones por todo un pueblo.
Pensaba que el arte, la cultura y la tradición iban íntimamente ligados a una serie de valores que nos identifican como pueblo. Si esto es así, los valores que demuestra Fornalutx, bello pueblo donde los haya, durante el correbou no dice nada bueno de quienes lo habitan. ¿O acaso hay algo bueno en un grupo de gente, gran parte de ellos bebidos, gritando y disfrutando del sufrimiento de un toro que, muerto de miedo, atan, empujan, zarandean y golpean durante horas?
Un auténtica lástima que un paraíso paisajístico como es Fornalutx durante unos días se convierta en la capital del salvajismo.
TEMAS RELACIONADOS:
Noticias relacionadas