Francesca Jaume | Miércoles 08 de octubre de 2014
Hemos pasado casi toda la legislatura debatiendo si el Parlament tiene que reducir el número de diputados. Los que se muestran favorables argumentan que la capacidad legislativa de la cámara seguiría siendo la misma. En el bando contrario, están los que temen que una reducción sólo suponga a la práctica la eliminación de minorías y el afianzamiento del bipartidismo.
A todo ello, se suma otra controversia paralela referente al sueldo que deben de tener los parlamentarios, y, por extensión, todos los cargos políticos.
Si bien es cierto que el estatuto de los Parlamentarios –elegidos de manera directa mediante sufragio universal de los ciudadanos- y de los miembros del Gobierno y cargos de libre designación en la administración –elegidos de manera indirecta- es diferente, sí que podemos sacar un máximo común múltiplo que nos permite realizar una equiparación para el caso que nos ocupa.
Yo sí pienso que los cargos políticos tienen que estar bien remunerados. Si los sueldos de los directivos en la empresa privada son muy superiores a los de los consellers o ministros, luego no nos tenemos que lamentar de que los grandes ejecutivos no quieran prestar sus conocimientos y su trabajo a la administración. Si se quiere prestigiar la labor política, tiene que existir una consonancia con las soldadas.
Puede que tal afirmación escandalice por el contexto socioeconómico actual. Sin embargo, planteo la cuestión con una pregunta: ¿Estaríais dispuestos a dar por bueno un sueldo copioso para los políticos a cambio de que éstos trabajaran por objetivos? ¿Os parecería bien que los gestores públicos firmaran un contrato al empezar y si no lo cumplen tuvieran que dimitir al año? ¿Aceptaríais que los emolumentos de los alcaldes y presidentes fuesen generosos pero que a la mínima desviación del presupuesto fueran apartados? ¿No sería conveniente establecer un mínimo de actividad productiva en los diputados?
Yo digo que sí.
Nos quejamos continuamente de que los políticos tienen unas pagas demasiado elevadas y pensamos que la solución es rebajarlas porque no dan la talla. Yo opino lo contrario. No son las pagas lo que tenemos que rebajar, sino establecer parámetros de exigencia superiores para prestigiar la labor de los políticos.
Ya sé que alguien contestará que llevar este cambio es imposible porque tiene que empezar desde dentro, es decir, lo tienen que legislar los propios afectados, y puede que no les interese. Acepto este punto de vista realista.
La iniciativa de los eurodiputados de Podemos de cobrar una cuarta parte de la retribución que les corresponde, aunque vaya en sentido contrario a lo expuesto aquí, puede que nos haga abrir los ojos sobre lo que realmente queremos de nuestros políticos.
Yo los prefiero bien pagados, y que respondan como tal.
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