OPINION

Álvaro Pombo

Julio Fajardo Sánchez | Jueves 24 de abril de 2025

Hace años, cuando le dieron el Planeta a Álvaro Pombo, intenté leer su novela, pero, como me ocurre con casi todas las que obtienen esos premios, la abandoné en las primeras páginas. Confieso mi desconexión con las claves literarias que mueven a los jurados o a los intereses editoriales. A pesar de ello, he seguido a este escritor en sus intervenciones en debates televisivos y en sus intentos de participación política. Siempre me pareció que mostraba un cierto punto de asperidad, como si tuviera que utilizar una coraza con la que protegerse de algo. Quizá fuera debido a su reconocida homosexualidad, pero luego lo descarté. Quiero decir con esto que no tenía una opinión demasiado rotunda para el reconocimiento de su personalidad.

Hoy, después de escuchar su discurso en la aceptación del premio Cervantes, he de decir que he cambiado de parecer, porque en sus palabras se explican muchas de las cosas que me preguntaba. Se ha presentado en una silla de ruedas, como el papa, y, reconociendo su falta de fuerzas, ha delegado en otra persona para que lea el texto. Habla de Cervantes, del Quijote y del Licenciado Vidriera, y sobre todo de fragilidad, de la soledad del hombre en debilidad ante un mundo agresivo que pretende desbordarlo. Lo ha hecho con una gran sinceridad y belleza. Hasta el punto de que he olvidado mis sospechas anteriores y he llegado a reconocer que este galardón es uno de los más justificados y necesarios de los últimos tiempos.

Me gustó mucho el de Margarit, pero fue por razones personales que me ligaban a su poesía. Lo de Pombo me ha sorprendido y me ha emocionado al comprobar la forma en que sus palabras prendían la atención de los presentes en la Universidad de Alcalá de Henares. Lo he visto en su invalidez, cubierto con un gorro de lana, intentando desprenderse de la medalla que le aprisionaba el pecho, mientras escuchaba, como uno más, el discurso que él mismo había escrito, disertando sobre la fragilidad desde su propia fragilidad. Un hombre ante su historia, ante la Literatura, apoyado en las ruedas de Cervantes, otro personaje que está por descubrir, a pesar de las miles de páginas que se han escrito sobre él. Dice que está escribiendo otra novela, lo cual demuestra su fortaleza. Prometo que la leeré.


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