OPINION

Calafell y Vargas LLosa

Julio Fajardo Sánchez | Martes 15 de abril de 2025

Escribe Joaquín Luna en La Vanguardia que, reclamándole a un alcalde que le pusiera una rotonda o le organizara unos juegos florales a Vargas Llosa, creo entender que fue en Calafell, éste le contestó que no era de allí y no había escrito en catalán. Afortunadamente este comportamiento no es genérico en Cataluña pues hay una población que rechaza estas actitudes retrógradas. Hace años hice una parodia con una activista de Taganana que preguntaba qué hacían con la virgen de Begoña, que tampoco era de aquí.

Vargas Llosa iba a Calafell, donde tenía sus cuarteles de verano Carlos Barral, paseándose por aquella playa llena de barcas y vacía de apartamentos en medio del Segur. Mi amigo José Óscar Macián Sorg tenía un chalet en el pueblo, y de vez en cuando cogíamos el tren y nos íbamos a pasar un fin de semana. Allí tenían casa los Barrall, y también los Rovira. Un hermano de Rovira Beleta, el director de cine, daba clase de Historia del Arte en la Escuela de Arquitectura. Había un ambiente intelectual exquisito, casi emulando al Sitges de Rusignol, en aquel lugar lleno de cachirulos, los aragoneses que inundaban Tarragona y sus cercanías como si fuera su lugar natural de expansión. Siempre ha habido sitios con encanto donde las familias de Barcelona huyen de la ciudad en busca de otra cosa y Calafell era uno de ellos. Las más arraigadas se quedaban en Valvidreras, vigilando a la ciudad desde lo alto, y otras se iban al norte, pasando el Maresme, inundando los pinares de residencias amables, como ocurre en Sant Vicent del Montalt, donde ahora vive Emilio Machado. Ahora las torres de Valvidrera están abandonadas por sus dueños y las alquilan para hacer calçotadas los sábados y los domingos.

Joaquín Luna llama la atención sobre el hecho de que en Francia acogen a los no franceses y los hacen suyos, como a Pablo Picasso. En cierto sentido en Barcelona hacen lo mismo porque allí se quedó el legado Sabartés, el cuñado del pintor malagueño. Vargas Llosa se puede considerar un barcelonés de adopción, de la mano de Carmen Balcells, pero la estupidez nacionalista, que no ve más allá de un muro de Gaudí protegiendo a la finca Güell, tiende a excluirlo por extranjero. Mario Vargas Llosa se ganó el reproche de la izquierda española por decir públicamente que los pactos de gobierno no eran recomendables y lo acusaron de reaccionario, justamente aquellos que acordaban con los retrógrados excluyentes para obtener el poder. Por eso me congratulo por leer en La Vanguardia ese reproche solapado hacia el supuesto alcalde de Calafell. De cualquier forma es flor de un día. Dicen que en España entierran muy bien. Lo mismo ocurrió con Adolfo Suárez. Pasado el luto y los protocolos habituales volveremos a lo mismo.


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