Cuando éramos niños, creo haberlo comentado en este diario digital -www.canariasdiario.com-, jugábamos en diversos rincones de la ciudad de Santa Cruz de Tenerife. Mi tía abuela, Anita, nos llevaba a algunos de mis primos, a mi hermana y a mí, a dar un paseo por el entorno marítimo de la ciudad. El paseo comenzaba bajando por la calle del Señor de las Tribulaciones y continuando por la calle de La Marina, llegábamos hasta la Plaza de España. Una plaza totalmente diferente a la presentación actual. Ni más bonita, ni más fea; simplemente, distinta. Muchos de los elementos que hoy existen, ya existían en aquel entonces. Sus dos guardianes, la Cruz de los Caídos, y los aledaños más cercanos, siguen ofreciendo un atractivo para disfrutar de un grato paseo en familia, pero sin lugar a dudas, el complejo laberinto de jardines y bancos que existían entonces, facilitaba el jugar a “coger” o al “escondite”. Lo de hoy, tal vez podría invitar a hacer navegar pequeños barquitos de juguete, pero por lo que se ve ninguna empresa ha presentado un proyecto para sacar rendimiento a un posible negocio. Y me imagino, al no verlos, que también estará prohibido el traerlos desde casa. Yo desde luego entendería que a ese pedazo de charca, le sacaran un mayor rendimiento más allá de un decorado para una buena foto. Antes, la Plaza de España, se disfrutaba; ahora sirve para verla y/o conectar con una gran explanada que por mucho que le sigan añadiendo -bancos ajardinados, zona de recreo para los niños con barco de la Gesta, pasarelas enmoquetadas, etc.- seguirá siendo un enorme espacio con más metros cuadrados que vida.
Cuando Tía Anita, en lugar de girar hacia el entorno de la Plaza de España y de La Candelaria, lo hacía hacia la muralla y descendíamos por la bajada que nos llevaba a la Avenida de Anaga, el corazón se ponía a latir de otra manera. Todos sabíamos que esa dirección nos llevaba a un rincón donde disfrutaríamos de aventuras. De tantas aventuras como fuéramos capaces de ingeniar, dirigir y llevar a cabo.
Dejando atrás el Club Náutico, y con la torre de la Escuela Náutica como guía, en cada paso que dábamos, acelerábamos el ritmo para llegar cuanto antes a nuestro castillo. Al Castillo de Paso Alto. ¡Dios mío, cuanto recuerdo aflora!
La zona, hoy en día, parece algo abandonada; con peldaños desgastados tanto por el paso del tiempo, como por un nivel de mantenimiento que debería ser revisado. Los cañones ya no están, pues parece que el vandalismo por un lado, la interacción de varios organismos al mismo tiempo con intereses distintos unos de los otros y la aparente desidia de un ayuntamiento para disponer la presencia de vigilancia activa y/o mecanizada, por otro, iban a acabar con esa riqueza cultural que atesora la ciudad.
En la época a la que me lleva la memoria, sí que estaban todos ellos. El más llamativo, el protagonista de todos los juegos, El magnífico e imponente “Cañón Tigre” es el que se encontraba más o menos al medio de todos los demás, pero colocado en el sito justo como advirtiéndole al mundo entero que si se volvía a dar la circunstancia, volvería a salvarnos de cualquier intento de ataque y conquista de la isla. Le acompañaban el resto de los cañones, “El Orible”, “El Imbensible”, “El Espanto” y “El Torpe” -nombres originales extraídos de la plataforma www.rutasconhistoria.es-, sirvieron como defensa en otros momentos de la historia de Santa Cruz de Tenerife. Pero en el momento del que hablo, servía para algo muy distinto. Era el rincón de juegos de un número importante de niños y niñas que allí nos reuníamos.
Había quien ejercía de comandante, otros hacían de soldados y todos juntos disponíamos lo necesario para defender la plaza de aquel montón de barcos que se veían en el mar. En aquellos momentos el encontrar barcos que ofrecieran el pretexto para organizar la defensa era fácil. En estos momentos, el castillo no es lo único que está solo, los muelles, también suelen estarlo; pues son los ferris y en temporadas algunos cruceros, los que rompen esa soledad.
Nuestros mayores, sabían que el lugar era sumamente seguro, pues se trataba de un recinto acotado por muros, troneras, y cadenas, que servían de límites de la zona de juego. El traspasar cualquiera de esas zonas fronterizas entre el recinto y la calle, podía comportar el dar por terminado el tiempo de juego y, naturalmente, nadie quería correr ese riesgo. Allí habíamos ido a defender a Tenerife, a través del juego con aquellos artefactos de hierro y madera.
En los bajos de la plataforma donde se encontraba la parte artillada, estaba un patio que, se decía, que había servido de prisión en la guerra civil, o simplemente, había sido un lugar de almacenamiento de la munición para aquellos impresionantes cañones. Fuera lo que fuera, era una de las zonas vetadas para la chiquillada y por lo tanto un lugar donde el ir traería un toque a retirada como consecuencia más probable, que ningún “soldado” deseaba.
Viendo el pasar del tiempo, cualquier persona con un mínimo de sensatez, hubiera pensando que aquel lugar de esparcimiento y juegos donde la imaginación se hacía fuerte, parecía llamado a correr la misma suerte que el antiguo balneario de Santa Cruz, o que el mirador de Vistabella, antes de que el Alcalde se comprometiera a recuperarlo para la sociedad -no sé si ya habrá acometido las obras de mejora- o el zulo de la Plaza de España, donde tienen ubicado el cañón tigre -la última vez que estuve allí abajo, el recinto, estaba necesitando una mejora considerable-, o la propia torre de dicha plaza, o, o, ¡OH¡ Pero parece que el tiempo va haciendo reaccionar a las personas y dentro de ellas a quienes gobiernan los recursos de la comunidad a la que se deben.
Así las cosas, me ha llegado a mis oídos que el castillo de Paso Alto -tal y como se le conoce- no seguirá el camino de la expropiación para ampliar ningún club, ni ninguna zona marítima-terrestre. Siguiendo con lo que se me comunicó en una conversación privada con alguien cercano a la Asociación que rige la “Gesta del Veinticinco de Julio”, dicho espacio estará gestionado por esta asociación bajo, imagino, un contrato de concesión administrativa que ojalá dure bastantes años. Y, exteriorizo este deseo, basándome en el buen hacer que este grupo de personas pone en la recuperación de todo aquello que representan. Conozco un poco en andar de la perrita por actuaciones en las que he coincidido con ellos y sé del cariño y empeño que le ponen a todo lo que signifique dignificar el buen nombre de la Muy Leal, Noble, Invicta y Muy Benéfica Ciudad, Puerto y Plaza de Santa Cruz de Santiago de Tenerife. Sé del rigor con el que tratan, tanto las vestimentas como el desarrollo de sus actuaciones conmemorando la batalla contra el Almirante Horacio Nelson en la defensa de Tenerife -también lo fue, por repercusión, de Canarias y de toda España-.
Señores de la Gesta, gracias por responsabilizarse de recuperar para todos, este magnífico enclave de sueños, juegos y mirador. ¡Muchas gracias!