OPINION

Sindicato y tiro porque me toca

José Luis Azzollini García | Lunes 17 de febrero de 2025

Mi vida laboral estuvo, casi en su totalidad, en la línea de ataque del movimiento sindical. Eso nunca me cegó pues, muy al contrario de lo que se pudiese deducir, siempre pensé y aun hoy sigo pensando, que el movimiento sindicalista es fundamental para estabilizar la vida laboral. Es posible que, sin pretenderlo, yo tenga idealizada la labor de quienes trabajan en ese campo de las relaciones laborales. Su labor, pensaba y deseo seguir pensando, que estaba ligada a evitar algunos desmanes que desde algún grupúsculo empresarial se siguen produciendo.

En el mundo hotelero, recuerdo que tuve la ocasión de analizar en profundidad “el andar de la perrita”. Un recepcionista de noche, reclamaba la posibilidad de rotar turno con los de la mañana. El grupo que tenía en frente, era fuerte y mayoritariamente habían votado a quienes conformaban la mayoría en el Comité de Empresa. Sin entender el cómo ni el porqué, me vi discutiendo con el responsable sindical de zona, sobre el derecho que amparaba a aquel trabajador. La solución que me daba era que contratara a más personal. Pero en ningún momento mostraba interés en conseguir que la razón y el derecho de aquel hombre, imperara. Su argumentación eran los derechos adquiridos que tenían los de los turnos diurnos. En esa ocasión no pude hacer nada y el señor de la noche siguió sin poder rotar y yo aprendí que el objetivo del movimiento sindical es una mezcla entre paripé y derechos de la mayoría.

Tanto en esa ocasión, como en otras, aprendí que en el Comité de Empresa suelen haber personas “liberadas”. Ahí también tuve que aprender que el tener esa condición, no es para poder defender -si fuera necesario- los derechos “pisoteados” por el mundo laboral, sino para poder llevar a cabo labores de publicidad, captación y/o resolver posibles problemas en otras empresas fueran o no fueran del mismo ramo de la producción de la de uno. Estaban liberados de trabajo, en tu empresa, con licencia para… “no trabajar en ella” pero sí en la suya propia: el sindicato al que pertenecían.

En el mundo hospitalario, semana si, semana también, solía salir en la revista de uno de los sindicatos que formaban parte del gran Comité de Empresa. Me llamaron “ese dictadorzuelo” y algunas lindezas más… pero, nada personal, según me dijo una vez su máximo responsable. ¡Menos mal que no había nada personal! Lo curioso del caso era que cuando alguien de mi equipo, se veía perjudicada por los turnos que le ponían o porque no la llamaban de las listas, como si ocurría con otras personas de su equipo de trabajo, la puerta que tocaban, era la de mi despacho y no la de aquel sindicato mayoritario. Mi jefe me decía que el que me tuvieran tanto en cuenta, era porque algo estaba haciendo que no les dejaba lucirse lo suficiente aunque yo pensaba que, simplemente, tal vez fuera solo una cuestión de celos pues yo me llevaba mejor con la gente de otro sindicato de dicho Comité. Allí, aprendí nuevamente, que la mayoría cuenta; sobre todos con los trabajadores que no se mueven en esa posición.

En la Industria Farmacéutica, lo del mundo sindical, era algo verdaderamente curioso. Nunca me enteré quienes eran sus componentes y estuve mis últimos veintidós años de vida laboral en ese campo. Parte de mi primera empresa fue adquirida por otra Multinacional del ramo y el personal se enteró el mismo día en el que se firmó todo. Después supimos que el Comité lo sabía con bastante anterioridad, pero tenían un acuerdo con la Empresa de no divulgar la venta. ¿Se lo pueden imaginar? Tu Comité de Empresa pactando, con el empresario, el no informar a los trabajadores que les han elegido. Bueno, cuando llegaban las navidades, también teníamos noticias suyas pues gestionaban la compra de la Lotería. En este sector, aprendí que el mundo sindical, también puede llegar a grandes acuerdos con la patronal, sobre todo si entre quién parte y reparte, se puede ganar algo -aunque solo sea protagonismo-.

Ahora, el mundo del sindicalismo, está más mimetizado con la política pasando olímpicamente de quien representa a las empresas. En esta relación sigo viendo cómo, el mundo sindical, parece que siga dejando de lado todo lo que signifique una mejora laboral dentro de las empresas. Parece que el hacer política, ocupa una posición de protagonismo que les ocupa la mayor parte de su tiempo. En el entorno de esa relación actual, se arrogan el protagonismo del logro conseguido al haberse aliado con la Señora Vicepresidenta del Gobierno, que nos gobierna, para conseguir una nueva subida del SMI. Naturalmente, como premisa base, no me parece nada mal, pues quien se vea obligado a vivir con el salario mínimo interprofesional, lo tiene realmente mal. Pero, la pregunta es si se puede subir ese salario sin más. Siempre recordaré las palabras de un jardinero que estaba en mi equipo: no me suba el sueldo, bájeme el precio de la cesta de la compra. Y, por otra parte pienso: ¿Se puede producir una subida de algo que afectará a todas las partes sin contar con una de ellas? Al enemigo -el empresario parece serlo-, ni agua. Y, Ahora, hablan de doscientos euros más. Yo he vivido muy de cerca el caso de una empresa de Trabajo Asociado que mantenía una concesión administrativa con una ayuntamiento de la isla, y que tuvo que ver como después de dos subidas seguidas de dicho salario mínimo, llegaba un momento que el que los socios de la Cooperativa cobraban por debajo del personal que tenían contratado. ¿Le importó al Gobierno esa realidad? ¿Ayudó, el Ayuntamiento en cuestión, autorizando a la empresa concesionaria para repercutir la subida en las tarifas de los usuarios? Tururú para la primera pregunta y tururú para la segunda. Al final: ¡liquidación y cierre!

Si se produce un cambio que modifica una realidad laboral, lo suyo sería que hubiera un amplio consenso. Todo lo que no sea de esa manera y que pueda hacer que una parte se vea abocada a su desaparición, no debería aplaudirse. En este rifirrafe, la parte que parece que le toca pagar el pato, es la empresarial, pues la Señora política se ha vuelto la lideresa del movimiento sindical. Y, claro, para una vez que los sindicatos tienen la posibilidad de sentirse protagonistas, aunque no sea por méritos propios, no han querido perder la oportunidad.

El juego está servido y tanto la señora política, como los sindicatos, han movido ficha cantando aquello de “Y tiro porque me toca”. La Señora política, ha dejado el camino allanado para que cuando le toque jugar, pueda decir lo mismo y de camino, evitar que mueva ficha quien ha quedado en la casilla de salida esperando a que el tiempo haga que el mango de la sartén vuelva a su posición. Tal vez, cuando llegue ese momento, volvamos a ver a un mundo sindical, trabajando en lo que realmente debería hacer; que no es otro que preocuparse de que el mundo empresarial siga generando nuevos puestos de trabajo y que estos sean de calidad, sin tanto fijo discontinuos que disimulen unas estadísticas que tanto gusta mencionar la señora política y sus socios. Lo triste del caso, es que cuando llegue ese hipotético momento, serán otros los que “tiren porque les toca”.


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