OPINION

Obsesión reguladora y burocrática

Álvaro Delgado | Lunes 03 de febrero de 2025

La aparición de DeepSeek, una aplicación de inteligencia artificial (IA) de fabricación china, hizo estremecer al mundo tecnológico hasta el punto de que el lunes 27 de enero se evaporó un billón de dólares del valor bursátil de las principales fabricantes de IA del mundo.

Esta innovación desarrollada por el gigante asiático -vista como un toque de atención hacia la industria norteamericana por el mismísimo Donald Trump- es capaz de rivalizar con los modelos de IA ya existentes a un coste mucho más económico (cinco millones de dólares, frente a varios cientos) y utilizando unos chips bastante menos potentes. Como ha escrito el experto español Óscar de la Torre, “DeepSeek ha demostrado que, con ingenio, se puede vencer al gigante”.

El terremoto producido por esta innovación tecnológica china pone crudamente de manifiesto una serie de aspectos que merecen pausada reflexión. Ya comenté aquí, hace unas semanas, que el Catedrático de Economía en la Universidad de Pensilvania Jesús Fernández-Villaverde consideraba que la irrupción de la IA representa el cambio tecnológico más significativo de nuestra era, que acabará marcando grandes diferencias entre los países del mundo.

Pero, frente a esa imparable aparición, podemos apreciar reacciones muy diferentes, que escenifican la forma de hacer las cosas de los principales agentes políticos y económicos del mundo:

- Los Estados Unidos de América han sido pioneros en el estudio y difusión de la IA, teniendo ya más de cien modelos actualmente implantados. Aunque todos están caracterizados por su elevado coste y su complejidad tecnológica, en consonancia con los muchos millones invertidos en esta revolucionaria innovación, y con la habitual forma de afrontar los proyectos de la potente industria tecnológica norteamericana.

- Frente a los USA, ha aparecido poderosamente China, con más de ochenta modelos de IA implantados y exhibiendo una estrategia muy diferente, también en exacta correspondencia con su manera de proceder en el mundo político y económico: inversión reducida, bajos costes laborales y de producción, y una rápida y eficaz difusión mundial de sus principales innovaciones. Ellos siempre se muestran capaces de producir más invirtiendo menos, aun considerando las ligeras diferencias entre los distintos modelos ya ofrecidos en el mercado (el modelo chino DeepSeek presenta algunas utilidades más limitadas, e incorpora la típica censura política implantada por el régimen comunista).

- En acusado contraste con los países tecnológicamente punteros, nos encontramos con el proceder habitual de nuestra Unión Europea. Cada vez más a la cola en innovación tecnológica durante el siglo XXI, la UE sacaba pecho en marzo de 2024 por haber aprobado la primera Ley mundial reguladora de la IA, la cual -por su estricta y minuciosa regulación- ha tenido un impacto muy negativo para los ciudadanos, las empresas y los desarrolladores tecnológicos europeos. Aquí muestra la UE su usual forma de actuar, en consonancia con su obsesión regulatoria y su irrefrenable tendencia a la burocratización: antes de fomentar y desarrollar la propia innovación se enorgullecen de crear una compleja legislación.

- Finalmente, en el más alejado furgón de cola, aparece España. Ya dijo Fernández-Villaverde que “en estos momentos, el régimen de los talibanes en Afganistán tiene un entorno más favorable para la IA que España”. Ello no ha sido óbice -faltaría más- para que montemos el correspondiente chiringuito. El Gobierno creó en 2023 la rimbombante “Agencia Española de Supervisión de la Inteligencia Artificial” (AESIA), con 80 empleados contratados, instalándola en un renovado palacete modernista de La Coruña.

No existen hoy en España aplicaciones de IA que supervisar, pero ya tenemos casoplón y 80 nóminas más a cargo del goloso erario público. Así funciona, exactamente, el mundo de hoy.


Noticias relacionadas