Ya están los argumentarios en marcha, inundando las redes. Los malos no quieren aprobar las pensiones. Este es el mensaje. Se habla de desinformación y de bulos, pero contar medias verdades es la peor mentira que existe. Tanto el PP como Junts, a los que se acusa de haber dejado tirados a los jubilados, han anunciado que aprobarán el aumento de las pensiones si va separado del decreto ómnibus, pero esto al Gobierno no le interesa y confían en que manteniéndose en sus trece sacarán partido poniendo en un brete a la oposición.
La gente no es tonta, dicen muchos, pero ellos saben que no es así y que algunos se tragarán el argumentario. Reconocer que la mayoría de este país es ignorante significa no estar en uno de esos rankings de los que tanto se presume. Me niego a reconocer que sea verdad, a pesar de que lo digan los sondeos de Tezanos. Estoy algo cansado de jugar el papel del negacionista, pero es que siempre me sitúan en la disyuntiva del blanco o del negro y ahí la razón y la lógica no caben. Solo debo aceptar la verdad en función de las filias y las fobias en lugar de echar mano de mi razonamiento, que es lo único que me resta en la vida para ser libre. Nos quedaremos sin pensiones por culpa del PP. Esa es una ruindad calculada, una triquiñuela propia de la desesperación del que se ve obligado a emplear cualquier medio para salvarse. Aprobar un decreto separado del resto es reconocer que se ha perdido y a eso no están dispuestos a prestarse.
Quien ha urdido la trampa seguirá con ella hasta el final porque sabe que habrá un grupo de personas, no muy numeroso, que le perdonarán jugar al chantaje con algo tan importante como cuarenta eurillos más al mes. Ignoran que de esa cantidad hacienda también se llevará su pellizco, y que la subida del IPC arramblará con lo que quede. De todo esto tendrá la culpa el PP y la diabólica extrema derecha, pero lo malo es que en el mismo carro están los independentistas catalanes, cuyos siete votos ya no sirven para armar una mayoría, a menos que Cerdán, se invente un cable y un par de fusibles para recomponer la situación y darle luz por unos días a un presidente en tinieblas.
Estamos pagando el error del Frankenstein y cada jornada que pasa se enrarece más el ambiente. Por menos que esto se han convocado elecciones en Alemania, donde el presidente se dice socialdemócrata. Las redes se llenan de demagogia y los ministros repiten como loros la consigna. Pobre del que no lo haga. Yo no sé si debo escribir estas cosas porque me caerá la del pulpo. Pero no me debo a ninguna disciplina que amarre mi razón a aceptar un despropósito. A decir que lo blanco es negro a pesar de lo que vean mis ojos. Sería mejor estarse calladito mientras el aire se enrarece con una polución mala. Esperar a que todo se pudra, como siempre, para después salir a la calle a celebrarlo, como se celebra la desaparición del que se muere en la cama, amarrado por tubos a la vida y rodeado de doctores para que no se vaya.