Por fin, después de cerca de un año, ha llegado el repuesto de mi coche. Me despido de los taxistas y empiezo 2025 hasta que dure. Vino Julio. Me ha traído tres novelas de James Salter. Tengo para leer unos días. Empecé una y su propuesta de desenvolverse con frases cortas, como disparos de balas trazadoras, es más atrevida que la mía. Es igual que pintar con espátula. Todos huyen del espacio que conocen. Los de Nueva York escriben sobre París y los de París sobre Moscú o sobre Tokio. Beigbeder tiene una amiga rusa. Casi siempre acabamos con la chica que vive cerca de casa, pero el cosmopolitismo nos obliga a elegir más lejos y después salen las cosas mal.
Me he puesto un pijama nuevo que me han regalado. Es calentito y suave. Pienso si ya ha llegado el tiempo en que las únicas suavidades me las tiene que dar un pijama. ¿Dónde voy a encontrar algo mejor? Se podría escribir de La Laguna. A la gente de aquí le gusta, y al que no es de aquí le puede resultar exótico. El único que piensa que es poco original soy yo, por eso me equivoco. Hasta en una piedra basta se pueden hallar emociones. Ella lleva seis meses diciendo que va a llevar a la gata al veterinario para que le ponga una inyección letal. La gata no se va a morir porque come mucho y eso es señal de que quiere vivir. Hoy he ido a la Farmacia y me han preguntado cómo está. Si habla no está tan mal. Lo malo es cuando no habla.
Hablar es síntoma de salud. Yo debo estar muy sano porque siempre me están mandando a callar. Confieso que no me gusta el silencio. Voy en un tren de cercanías de Barcelona a Mataró y no digo ni mú. Va pegado a la playa y en los apeaderos se bajan unos músicos sudamericanos y se suben otros. Luego pasan la gorra. No les puedo dar a todos porque el viaje me saldría carísimo. Salter se fija en la gente que va en el tren, y yo también lo he hecho. Ana Karenina saca un libro de su bolsito rojo. Es un encanto. Toma el abrecartas y rasga las paginas con sus manitas pálidas. Las manos de la criada son gordas y sobresalen de sus guantes rotos, de lana. La imagino con la cara como de nácar. Fuera está nevando y el humo de la locomotora se transforma en una nube blanca. Estoy dentro de mi pijama nuevo y me niego a hacer promesas para el año próximo. No me hace falta encender la estufa. Todavía le puedo dar calor a alguien.