Confieso que no sé nada de lo que ocurre en Oriente Medio. Alguien dice que es bueno que haya caído El Asad, pero que lo que viene es peor. Otros dicen que esto significa la debilitación de Rusia y de Irán. Todos cuentan la historia de los últimos cincuenta años de una dictadura sangrienta, del exilio, de la represión, de los asesinatos, y no se entiende bien que los libertadores vayan a traer un cambio que pacifique al país. España ha evacuado al personal de la embajada hacia el Líbano, lo que quiere decir que estaba más segura con el régimen anterior. Turquía, que acogía a miles de refugiados, se convierte en una especie de árbitro, mientras Israel asegura que su intervención contra Hizbulá ha sido clave en el desarrollo de los acontecimientos.
El líder de los llamados rebeldes, ahora libertadores, es un antiguo miembro de Al Qaeda y algunos aseguran que presenta los mismos modos moderados de Fidel Castro de los primeros tiempos. Este es el fracaso de las primaveras. Nunca me gustaron los movimientos que tienen que ver con amaneceres, auroras, otoños o primaveras esperanzadoras. Al fin, la primavera es un corto periodo en el que Perséfone regresa a la tierra después de pasarse el resto del año en el infierno. Ando muy confuso con lo de Siria. Es un país donde conviven sociedades muy diversas, religiosas y políticas, pero imagino que debe existir un concepto común de nación que pueda aglutinarlas a todas, como ocurre en todos sitios donde comparten una cultura en lo esencial.
Si no pueden ponerse de acuerdo la nación no existe, porque la nación es el conjunto de ciudadanos que se sienten dueños del mismo lugar por haber nacido en él. Ya sé que esto, mediante la técnica del desmenuzamiento nos puede llevar a realidades diferentes, en las que las naciones se subdividen en nacionalidades y en otros asuntos más menudos pero no menos majestuosos. Estos movimientos se rebelan contra la globalización, porque dicen que allí desaparece la identidad que les aglutina como grupo étnico, religioso o cultural. Sin embargo, existe una tendencia hacia un Estado global islámico que entra en contradicción con estas entidades menores. No es algo que no se repita en todo el planeta y que en cada lugar se intenta resolver con soluciones diversas.
Hay muchos entendidos que desmenuzan el relato según les conviene o según sus experiencias, y así los leo en los distintos medios sin poder hacerme una idea general de lo que ocurre. Aquí pasan cosas parecidas con el desentendimiento, que se ha convertido en algo tan pertinaz como la sequía. Hay gente que clama por una solución con esa frase tan socorrida de “arreglen eso”, pero se ve que cuesta bastante esfuerzo abandonar las trincheras de toda la vida. Bueno, ha caído un dictador sanguinario en Siria, y ahora qué. ¿Qué piensa Albárez? La verdad es que no lo sé.