La polémica periodística parecía estar fuera de los modos actuales de la información. El debate es un soliloquio a distancia que no es contestado por el que está al otro lado de la trinchera. Esta costumbre se ha roto con la discusión pública entablada entre Antonio Muñoz Molina y Arturo Pérez Reverte, al estilo de la que publicaron Michel Houellebecq y Bernard Henry Levy, que recordaba los enfrentamientos de la Francia de principios del siglo XX, con el caso Dreyfus y el "Yo acuso", de Emile Zola.
Antonio y Arturo son miembros de la Real Academia y elevan el artículo a una categoría superior. La cuestión va en torno a la valentía y a la actuación del presidente Sánchez y del rey Felipe en Paiporta. Estos dos escritores tienen estilos diferentes y manejan géneros literarios distintos. Uno es más reportero, más agudo y resolutivo, y el otro es más suave y con una forma literaria más fina y elegante. No sé trata de ganar y perder. Pasa igual que con el toreo en los años anteriores a la Guerra Civil, donde unos eran partidarios de Joselito y otros de Belmonte, porque en aquel tiempo representaban a la ortodoxia y la finura y al genio y a la imaginación, respectivamente
Está bien regresar a estos modos antiguos, donde los enfrentamientos eran de papel; a los tiempos de Larra que evoco en el Museo Romántico de la calle de San Mateo, en ese Madrid del XIX que tanto me gusta. Está bien esta polémica, con la mezcla bronca de Alatriste y la melancolía del autor de Bertenebros, al que veía ir a comprar el pan por Fernando VI. Muñoz Molina es más cosmopolita, arrastrando su experiencia en EEUU, contada en Carlota Fahinberg. Reverte es más de la guerra. Él fue quien bautizó a mi amiga Aglae Mazini Parker como la dama de Beirut.
No son las dos Españas, y, si lo son; no importa que polemicen desde los sillones de la Academia, o en una de las mesas de la librería Antonio Machado, que ahora está en Bárbara de Braganza.Mejor esto que soportar a Risto, a Ferreras o a Jiménez Losantos. Bienvenida la polémica, a pesar de que uno tenga ganado un puesto en la fachosfera y el otro en los amaneceres anaranjados del progresismo. Qué más da. Siempre es mejor que el discurso habitual de palmeros, donde parece que nos hemos quedado definitivamente a vivir en una caseta de la Feria de Sevilla.