OPINION

A Dios le late el corazón

Juan Pedro Rivero González | Jueves 31 de octubre de 2024

El pasado 24 de octubre publicó Francisco, el Papa, su última Carta Encíclica titulada Dilexit Nos, dedicada al Sagrado Corazón de Jesús. Es una vieja tradición que posee una potente actualidad. Hablar de corazón es hablar de que somos carne, mundo emocional, sensibilidad, intuición, anhelos y deseos. Somos eso y mucho más. Somo razón, mundo cognitivo, capacidad intelectual…, sí, claro; pero somos mucho más que eso. Cuánto ha beneficiado a la educación, en general, incorporar la dimensión emocional en los proceso de crecimiento y desarrollo integral de la persona, y cuánto ha beneficiado al pensamiento filosófico el reconocer, usando las palabras de Adela Cortina, la razón cordial.

Pues nos biene bien recordar que la propuesta cristiana se centra en el misterio de la Encarnación. Que Jesús, el Hijo de Dios, el Mesías y el Señor para quienes nos confesamos cristianos, es verdadero Dios en tanto que es verdadero humano. No es humano en apariencia, como de broma, como quien realiza una acción teatral para servirnos de modelo. Es verdaderamente un ser humano, en todo, como nosotros. Y, por tanto, nos viene bien recordarnos que tiene corazón. Que su corazón late, glorioso y resucitado, como late el tuyo y el mío. Y el título que emplea el Papa nos habla de amor personal: ”Dilexit Nos”, “Nos amó”.

En el corazón de texto el Papa cita a un teólogo español -Olegario González de Cardedal- que realiza en una de sus publicaciones -La entraña del cristianismo- una sutil crítica a uno de los olvidos más significativos de la teología cristiana. Según Olegario, por el influjo del pensamiento griego, la teología durante mucho tiempo relegó el cuerpo y los sentimientos al mundo de lo «prehumano, infrahumano o tentador de lo verdaderamente humano», pero «lo que no resolvió la teología en teoría lo resolvió la espiritualidad en la práctica. Ella y la religiosidad popular han mantenido viva la relación con los aspectos somáticos, psicológicos, históricos de Jesús. Los Vía Crucis, la devoción a sus llagas, la espiritualidad de la preciosa sangre, la devoción al corazón de Jesús, las prácticas eucarísticas […]: todo ello ha suplido los vacíos de la teología alimentando la imaginación y el corazón, el amor y la ternura para con Cristo, la esperanza y la memoria, el deseo y la nostalgia. La razón y la lógica anduvieron por otros caminos».

Además de razón y lógica, el ser humano es también corazón. Y lo que sorprende a esta cultura que pretende situar a Dios en la periferia de la realidad, es que Él también tiene corazón y que late de amor por lo humano. Un Dios que tenga corazón es Alguien que valora el cuerpo y cuanto de físico poseemos, y de cuanto de capaz de gozo y dolor somos. Carne que es capaz de bailar al mismo ritmo que baila la realidad subatómica de partículas elementales. La danza de una teología físicamente responsable que no relega la trascendencia a ámbitos abstractos que poco tienen que ver con lo que aquí y ahora nos hace existir.

Si acuciamos el oído, igual va y escuchamos su latido.


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