OPINION

El arte de no mirar

Juan Pedro Rivero González | Jueves 03 de octubre de 2024

La insolidaridad retransmitida en un estudio sociológico filmado en la boca de un metro en una gran ciudad. Eso me ha despertado la curiosidad. Así ha recorrido las redes sociales y, casi es seguro, lo hemos visto la mayoría de nosotros. Se trataba de una mujer visiblemente embarazada arrastrando una maleta negra enorme y pesada. Intentaba bajar el primer escalón de la larga escalera que daba acceso a la boca del metro. Numerosas personas subían y bajaban, pasaban a su lado mirando y siguiendo como escondiéndose de la situación. Alrededor de veinte personas pasaron hasta que una chica intentá ayudarla a bajar hasta el primer rellano, en el que el productor del estudio le agradeció y le dijo que se le estaba grabando con cámara oculta. Hasta ahí la imagen. Pero, ¿es posible que veamos una necesidad de ese nivel y sigamos de largo? Y si es posible, porque de hecho ocurrió, ¿por qué ocurre? ¿Hay algo que explique esta forma insolidaria de pasar por la vida?

Cualquiera que sea su explicación sociológica, lo que es cierto es que nos puede pasar a todos. Aquí no vale decir que, si estuviéramos en esa situación nosotros nos ocuparíamos de la ayuda de la señora embarazada. Porque, tal vez, evitaríamos mirar para no sentirnos comprometidos y perder un tiempo tan estrecho que tenemos y llegar a tiempo a donde tenemos que llegar. A eso se le pudiera llamar, el arte de no mirar.

Ya no se trata de prestar atención o de superficialidad de la mirada: se trata del arte de no mirar para evitar tener que hacernos cargo de lo que vemos. El preferir la ceguera cómoda a la visión sensible que nos implica en la resolución del dolor de lo que vemos. Si no lo veo no me afecta. O siento que no me afecta. O revive el dicho popular de ojos que no ven, corazón que no siente. Por eso, y a la vista de lo visto, y de lo que está por ser visto, considero de urgente importancia la educación de la mirada.

Benito Estrella Pavón ha escrito un ensayo breve en la colección Sinergia bajo el título de La Educación de la mirada lectora. Por educar o re-educar la mirada lectora se entiende aquí la tarea, necesaria y permanente de humanización y concienciación que el ser humano reclama para comprenderse a sí mismo y a los demás y dar sentido a su lugar en el mundo. Si hay un aprendizaje esencial que el ser humano tiene que realizar en su vida es el de aprender a vivir en el mundo sin pertenecerle. Esta distancia necesaria es la que requiere que toda lectura del mundo se haga re-lectura y en ella uno se desprenda de sí y de las cosas para poder mirarlas de frente y a la cara. Pues una cosa es mirar y otra cosa es ver y sólo ve realmente el que vuelve a mirar y mirarse sin prejuicios ni mecanismos de defensa en un espejo que sólo entrega su figura real cuando el roce apasionado de la vida forma en la espalda del mundo el azogue necesario y vivo de su fuente cristalina.

La alfabetización no concluye cuando aprendemos a leer y escribir, apalabrando la realidad e interpretándola con capacidad de comunicación. La alfabetización concluye cuando se supera en analfabetismo social que cierra los ojos voluntariamente para no hacerse cargo de lo que pasa. A pesar de estar digitalmente alfabetizados es posible que seamos incompetentes sociales. Analfabetos, al fin y al cabo.


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