¿Y qué si se impone un nuevo orden mundial? La historia no se pone de acuerdo sobre si esto ha sido bueno o malo para la humanidad. A veces ha significado progreso y otras retroceso. No podemos fijar una regla exacta. Lo evaluamos cuando hacemos el balance pasado el tiempo y casi siempre solemos hacerle algún reproche.
El orden mundial, me refiero al orden político no es equiparable al avance tecnológico ni a la adaptación a las nuevas costumbres que de él se derivan, como tampoco a eso se le puede achacar que sea el provocador de los cambios. Frecuentemente son las excusas para justificar lo otro, y dado que estamos acostumbrados a creer en cosas falibles, también sirven para exculpar a los fracasos. Hoy se habla de cambios de ciclo porque las agendas aconsejan que se así sea, pero luego las previsiones de las agendas fallan, y quedan las alteraciones que provocaron en nuestros comportamientos, sobre todo en la reducción de nuestro régimen de libertades.
Hablar ahora de régimen de libertades es una entelequia, porque todo está mediatizado en nombre de un supuesto interés superior. Cada vez que se impone un interés superior se produce un aumento en las restricciones. Mi madre decía que la tienda de la esquina siempre iba a estar allí, pero eso no fue verdad. Yo terminé siendo cliente del hipermercado, y cuando me hice amigo de la chica que me pesaba las verduras me la cambiaron por una máquina. No es que esto alterara mi relación comercial con la compra habitual, pero ya no era lo mismo, aunque terminé acostumbrándome a estos cambios, que venían poco a poco y sin vaselina. Suave que me estás matando, como la espinita.
Puede ser que estemos ante un cambio de ciclo, que algunos confunden con el orden mundial. Como decía don Hilarión, en la Verbena de la Paloma: “antes yo me reía de todo y ya no me río”. Tiene razón don Sebastián. Se aprende mucho en el mundo del género chico, donde nos recuerdan que las cosas no cambian tanto como parece. Un comunicante me dice que la inteligencia artificial no afecta a las personas inteligentes. Está equivocado, lo que afecta a las mayorías acaba por afectarnos a todos. Como decía al principio: “y qué si se impone un nuevo orden mundial”. Yo he convivido con órdenes diversos y he sobrevivido a la experiencia. Es más, creo que he sacado conclusiones positivas de eso. La primera es que el nivel de estupidez se mantiene intacto, independientemente de los cambios. Nada va a mejor en este sentido. La gente va más al gimnasio y en las redes se anuncian dietas, pero yo sigo viendo al mismo número de gordos, si no más, por las calles. Bueno, la verdad es que ya por la calle no conozco a nadie. Es un milagro que me conozcan a mí. Ayer, por ejemplo, cogí un taxi. El conductor era venezolano, hijo de emigrantes canarios recién retornados. “Usted ha subido conmigo, con una nieta”, me dijo. “No tengo nietas”, le contesté. “Pues yo le conozco de algo”. “Como no sea de la tele…” “Eso es, de la Bodega de Julián”. Hace 14 años que no hago ese programa, pero ahí sigue la huella, en youtube. Fue muy amable, y me dijo que me vio en Barquisimeto cuando grabé allí. Ya estaba Hugo Chaves y todas las tardes se reunían los de un circulo bolivariano en el hotel que me hospedaba. De esto hace casi 20 años. Me baje del taxi y nos despedimos amablemente. Entonces pensé: “por qué me tiene que preocupar que entremos en un nuevo orden mundial”, y me fui a casa de mi hermana, cerca de la plaza, para merendar, como todos los años, ver pasar al Cristo y después valorar a los fogueteros. En 1979, mi primer cargo fue concejal de fiestas y aprendí que los fuegos de color azul son los más caros porque tienen nitrato de plata. No había muchos de ese color. Abundaban las palmeras amarillas que son las mas baratas.