OPINION

La dictadura de las minorías

Julio Fajardo Sánchez | Sábado 07 de septiembre de 2024

La democracia tiene la ventaja de poder medir en las urnas cuál es el verdadero peso de las distintas tendencias que pretenden influir en las sociedades. Si hiciéramos caso de estos datos nos daríamos cuenta de que la opinión mayoritaria no se corresponde con la que se publica ni con la que se ejerce de manera aparente en las calles. La democracia viene a poner las cosas en su sitio y nos dice lo que piensa cada uno sin ningún tipo de mediatización. Sin embargo, parece que las decisiones mayoritarias se muestran endebles a la hora de definir cuál es la medida real de esa voluntad.

No voy a poner el ejemplo de Venezuela, a todas luces fraudulento, pero que goza de cierta simpatía en sectores progresistas que miden de manera sentimental aquello que se aproxima a sus deseos. En realidad se trata de minorías que se imponen por razones de control del poder y no reflejan el sentir de los ciudadanos. En estos casos, el uniforme único de la coincidencia ideológica intenta enfrentar a un bloque fuertemente disciplinado con una ciudadanía equivocada y fuera de cualquier corrección política, a pesar de que se exprese mayoritariamente.

Hay muchos que se dicen demócratas y aplauden y le siguen el juego a estas cuestiones. La justificación está en que su concepto de la democracia no coincide con el que nos da nuestra Constitución, y se acerca más al que tienen los totalitarismos para interpretar ese término. En este caso se impone un catecismo ajeno al de la colectividad que solo sirve para aunar y fortalecer a la disciplina interna del pensamiento único. No olvidemos que la Alemania oriental se denominaba República democrática, en contraposición a la otra, que parecía serlo menos.

De esas diferencias provienen esas razones que dividen a las sociedades que se dicen participativas. Pero, en fin, Venezuela nos queda lejos y sería difícil aplicar ese símil a lo que nos pasa. No obstante, la presencia de minorías que ocupan las argumentaciones más frecuentes en la opinión están ahí. Un ejemplo, las protestas contra el turismo, en nombre de la defensa de ciertos derechos ambientales, o la imposición de normas de protección que algunas minorías han conseguido establecer, provocando el malestar y el descontento de buena parte del sector primario, cuya contestación se confunde con una rebelión de ultras. Organizaciones minoritarias ocupan las calles con sus pancartas y convierten su acción heroica con el deseo de toda la sociedad, cuando la realidad es que representan un porcentaje menos que mínimo en las consultas electorales. No quiero decir que no deban existir, llamando la atención de las conciencias de la colectividad, pero nunca deben ser confundidas con el sentir mayoritario, porque si no estaríamos haciendo una lectura equivocada de lo que significa nuestro sistema constitucional.

Lo mismo ocurre con el proceso de financiación singular y el proyecto de federalización que solo mantienen unos pocos forzando una unidad de opinión que está lejos de producirse. Hoy celebran los socialistas un congreso federal con la intención de unificar criterios ante estas cuestiones. Que no intenten extrapolar el resultado al sentir mayoritario de la sociedad española. Será como mucho un asunto interno. El problema empezó en otro comité federal, en 2016, cuando se sospechaba que alguien iba a traspasar unas líneas rojas que venían implícitas en el fundamento ideológico de un partido. Ahora es al revés. Se trata de, una vez sobrepasadas con creces esas prohibiciones, se les dé el visto bueno definitivo. Aunque esto ocurra, no reflejará el sentir de la mayoría. Seguirá siendo minoría, porque lo que se está jugando es un partido a puerta cerrada con el equipo B del mismo club.

Alguien dirá mañana que ha sido un triunfo ese encuentro casero y amañado por la sospecha de que el entrenador no te alinee si el resultado no sale a su gusto. Lo que pase allí no tiene que ver con lo que piensa el país, ni siquiera se podrá interpretar como un acto de fortalecimiento democrático. Será otro intento más de confundir el culo con las témporas y hacernos ver que las opiniones mayoritarias de las cabeceras de los periódicos coinciden con las decisiones democráticas de los ciudadanos, y eso no es verdad.


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