Para poder conocer lo que se come en cualquiera de los lugares por donde viajamos, nada mejor que visitar los lugares donde podamos encontrar comida casera. Estoy a favor de las fusiones alimentarias, y hasta de las especializaciones en cuanto a tipos de cartas a ofrecer al público. Tolero lo que otros pudieran entender como extravagancia cuando se habla de comida, simplemente porque veo en los platos que se nos presentan cierto grado de investigación. Me cuesta Dios y ayuda aceptar eso de dibujar en los platos algo que parece una comida y encima darle valor de “gran cocina”; me cuesta mucho entender que antes, de dar el bocado -solo podrás dar uno-, tengas que esperar a que una persona de la sala, te explique lo que vas a degustar; o peor aún, te diga cómo has de comer lo que te ha traído para que sientas todo el conjunto de sabores que se esconden dentro del minúsculo montoncito de algo que te acaban de traer en un auténtico platillo volante. ¡Qué fácil era lo sencillo!
Esa comida que en algunos momentos se puede hasta añorar, hasta hace poco, es lo que nos podíamos encontrar en lo que en Tenerife se conoce como “Guachinches”, aunque en la isla hermana de Gran Canaria, se conozca como “Bochinches” -ellos defienden que ese es su verdadero nombre aunque hayan conocido de su existencia una vez que lo descubrieron viajando a Tenerife en muchos fines de semana-. Llámese de una manera o de otra, su origen parece que tiene que ver con la presencia de los primeros “turistas” que, llegados de la gran Bretaña, se les llevaba a visitar las zonas rurales y allí se les daba a probar el vino de la tierra junto con algo de “manduca” para llevar mejor lo del “bebercio”. Aquella gente de “habla rara” decían algo así como “I am watching you” para decirle al lugareño que “ellos querían ver lo que vendían”. Del intento de la gente de campo por decir más o menos lo mismo, es posible que haya nacido la denominación actual. Lo cierto es que su evolución ha sido tan espectacular que las comidas que se puede degustar han ido teniendo tanta notoriedad por su calidad y precio que, hoy en día, han salido los listos de turno que, para atraer a clientes mal informados, haciéndoles ver que lo que encontrarán en sus establecimientos -restaurantes, tascas y/o bodegones- tienen esos factores que buscan: gastronomía casera de calidad, vino de la tierra y buen precio. El que se deja engañar, puede que encuentre una buena calidad en lo que coma, nadie podrá decir lo contrario, pero desde luego lo de la comidita casera, está por analizar. En cuanto a lo del vino, es una cuestión de gustos y desde luego, lo del precio, no se acercan al nivel del guachinche, ni de lejos.
Hoy en día esta modalidad de restauración cada vez está más en desuso, precisamente por la cantidad de copias y malas copias que se vienen repitiendo. Entre eso, entre que los controles de la DGT cada día son más exigentes y entre que hay poca o nula intención de pagar un taxi para ir de Guachinches, lamentablemente, puede que estemos asistiendo a su extinción. La zona más poblada de este tipo de establecimientos, sigue siendo el norte de Tenerife. Concretamente, desde los altos de Tacoronte, hasta la parte de la Isla Baja, es donde se puede encontrar la mayor parte de ellos. No busque letreros luminosos. O mejor dicho, no busque letreros al uso. Suelen estar ubicados en salones de casas rurales, en pequeñas bodegas familiares o cuarto de aperos más o menos habilitados para ese uso. No espere encontrar finuras ni servicios esmerados. Prepárese para disfrutar de espontaneidad, naturalidad en el trato, exquisiteces de la tierra y un vino, que, en algunos casos bajará mejor si lo mezcla un poco con el “seven up”; conocido antiguamente como como “semená” o “sietemachos”. Si desea tomar una cerveza, su sitio es una cervecería, pero no un guachinche. Y si se la despachan, ojo, porque igual no le han llevado a un sitio original, sino a una de las copias que menciono.
Esta modalidad de restauración, no es única de Tenerife, por mucho que a los canarios nos guste presumir de que como lo nuestro, no se encontrará en otras latitudes. Sin ir más lejos, en la zona de Galicia, existen unos establecimientos a los que se les conoce por el nombre genérico de “Furanchos”. Y, ¡Oh que casualidad! Se trata de viviendas de gente de Galicia donde venden vinos de cosechas propias acompañadas de tapas que los propietarios preparan. Su funcionamiento al igual que pasa en Canarias, está limitado a las temporadas en las que se abren las bodegas, y duran abierto, lo que se tarda en vender lo vendimiado. Como podemos entender, nada nuevo bajo el sol. Sin embargo, Galicia ha blindado su existencia protegiendo estos puntos de venta bajo el paraguas del decreto 215/2012. En Canarias también tiene su protección en el decreto 83/2013, pero parece que se lo salta hasta quien no quiere. Ya, el actual Consejero, ha puesto interés en modificarlo para evitar la competencia desleal, pero de momento, “nati de plasti”. Las situaciones deben ser parecidas, pues según he podido leer en una noticia del “Faro de Vigo” se está tratando de evitar que, allá, sirvan comidas, pues se alega que son restaurantes encubiertos. Yo me pregunto: ¿Será eso o es que, tal cual sucede en Canarias, los Furanchos se están encontrando con otros establecimientos que quieren usar el concepto y nombre de Furancho para evitar un pago mayor de impuestos? La verdad que de lo de allá, poco conozco, pero en lo de aquí, sí que puedo asegurar que la existencia de locales de restauración que se promocionan como “nuevos Guachinches” está floreciendo sin que parezca que se controle mucho la situación. Y eso que sé, de buena tinta, que las inspecciones se producen, pero… ¿Está la plantilla de inspección, lo suficientemente dimensionada?
La grandeza y variedad gastronómica de España, está fuera de toda duda; estos dos ejemplos que he mencionado, son bastante diferentes al resto de establecimientos del ramo de la restauración, pero existen otros, según he leído en “Vanityfair”, que, no llevando el sello de “vende vinos”, sí que tienen algunas similitudes en la parte de comida de pueblo, sin adornos lingüísticos. Entre ellos y tocando Murcia, existen unos restaurantes de comida sencilla, pero con el sabor adecuado para captar a la gente que mejor sabe de estos sitios -camioneros, transportistas y viajantes, saben dónde parar para comer bien, sin hipotecarse- llamados “Ventorrillos”. He leído, también, que en Jerez existen los llamados “Tabancos” donde encontraremos más de lo que vengo hablando: sabor y buen precio. Subiendo hasta la mismísima Barcelona, podemos encontrar un lugar donde se comenzó vendiendo leche, pastelitos y bollería, hasta convertirse en lugares donde también se puede comer a base de tapas. Para todo eso de la “pela”, los catalanes dicen que son unos expertos y de ahí salió el concepto “Granjas”. Los vascos, que son buena gente, pero muy suyos, redujeron los costes e inventaron los “Txokos”, que es algo así como un “háztelo tú mismo”, pero en grupo de amigos y con el buen hacer vasco en lo gastronómico. Y, cerquita de ahí, tenemos los “Chigres” donde prevalecerá el escanciado de buena sidra y unas papas fritas de una marca determinada. Como vemos, el tema de Guachinches y asimilados, da como para que, su presencia, no sea fagocitada. En la mano de todos está el que no desaparezcan.