OPINION

Madres de la Plaza 25 de Mayo de Rosario

Daniel Molini Dezotti | Sábado 17 de agosto de 2024

Quizás debería transcribir lo que dijo una señora integrante de la fundación, agradeciendo a los músicos que acababan de interpretar un recital con canciones elegidas, gratitud ampliada también a los asistentes a una presentación previa de una muestra de fotografías titulada "Bordes del Abismo".

El subtítulo no podía ser más explícito: "Campos clandestinos de detención, tortura y exterminio (desaparición) en Argentina.

La muestra estaba firmada por Myrba Insua, doctora en Historia de la Universidad de Salamanca y en Letras y Lenguas Extranjeras de la Université de París, también politóloga y criminóloga.

El cometido no parecía fácil: "Representar lo irrepresentable sugiere que aquello que está en el "borde del abismo", que es inimaginable, e indecible, alcance una entidad que lo desplace hacia el universo de lo imaginable, nombrable y decible.

Y para que esto ocurra es necesario que aquel que estuvo en el centro de lo extraordinario pueda transmitir su experiencia para volverla comprensible y transmisible a su vez.

Esta acción, necesariamente individual, es indisolublemente colectiva: cada emisor necesita un receptor para volverse audible."

Las reflexiones de la autora concluyen: "La muestra fotográfica que presento consta de solo unas pocas fotos y no tiene otra pretensión que restituir, a partir de imágenes parciales y personales, algunas piezas del rompecabezas que surgen de la lucha para volver visible lo que la sociedad se negó a ver bajo el imperio del terror, y que en el presente solo llega a conjeturarse como posible."

Por supuesto, la lejanía solo me permitió llegar hasta este centro gracias a mi relación con una persona muy querida, autor e intérprete, que junto a otros músicos superlativos presentaron el viernes 2 de agosto un espectáculo con nombre sugerente: "Le cantamos a las Madres de la Plaza 25 de Mayo de Rosario.”

Allí estaban convocados Adrita Ruiz, Patricia Verón, Marcelo Stenta, Edgardo Machain y Martín Albano. Afortunado como soy, a pesar de no haber estado en el lugar, disfruté de gran parte de las actuaciones, porque un benefactor consiguió mandármelas.

En el video, además de notas musicales e imágenes, también quedaron registradas las palabras de una representante de la Fundación, que, según reseño más arriba, agradeció la comparecencia de los artistas y el público.

Al final, casi todos cantaron a las madres de los pañuelos blancos, a pesar de que muchas de ellas no podrían estar en el auditorio, agotadas para siempre detrás de lustros de dolor, luchas y fatigas.

Cuando recibí la invitación intenté rastrear en las redes la historia de esta asociación rosarina, y encontré la presencia desde sus inicias en la década de los setenta.

Tropecé con películas, comentarios, documentales, algunos de factura profesional, otros artesanales, me emocioné con mujeres mayores, persiguiendo huellas grabadas en el suelo, dando vueltas en círculos, con la esperanza vana de convertirlos en virtuosos.

Internet, que abre la puerta a todo tipo de gente, albergaba material, bastante, relacionado con familiares de personas que perdieron la vida durante la dictadura, que desaparecieron, que impidieron a sus seres queridos la posibilidad de completar el duelo, siempre pendiente de algún milagro en forma de respuesta a una pregunta terrible: ¿Y si en vez de...?

Lo que voy a contar ahora es lo que me impulsó a escribir este artículo, con la peregrina idea de que si consigo hacerlo trascender, el futuro, la historia, lo que se siente por el valor de la vida, de los derechos, podría ser un poco mejor.

Para ello vamos a comentar una de las producciones que encontré más representativa, titulada "Arderá la memoria, La historia de las Madres de Plaza 25 de Mayo de Rosario."

El trabajo, recuperado de una página de YouTube con 6 subscriptores, tuvo a lo largo de 10 años 1858 visualizaciones con relativa repercusión: 25 pulgares de esos que apuntan al cielo en señal de agrado o reconocimiento y 2 comentarios.

Me sorprendió que un trabajo de tanta trascendencia, donde las pioneras exponían sus angustias y temores, recibiese nada más que dos comentarios.

El primero, expresaba algo simple, sin adjetivos, sin pareceres: "Memorias"

El segundo, que me hizo remover las vísceras, que me sentó como una patada en el lugar donde el alma aloja los sentimientos, loaba, entre signos de admiración: "Honor y gloria eternos al Señor Teniente General don Jorge Rafael Videla."

Inmediatamente, consideré la importancia del acto, de las fotos, de seguir cantándoles a las madres, de estar juntos a sus familiares, para que los desaparecidos y quienes los buscaron sigan vivos.

Internet permite cualquier cosa, incluso cambiar los relatos, y al final, es posible -no lo permitamos- que se terminen glosando a gente mala o genocida en vez de a sus víctimas.


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