En las horas previas, el equipo de campaña opositor denunció que el CNE solo les había mostrado el 30 por ciento de las actas, aumentando la preocupación entre los antichavistas. Jorge Rodríguez y Diosdado Cabello, cercanos a Maduro, insinuaron su victoria antes de que el escrutinio terminara, avivando las sospechas de fraude.
Estados Unidos y Chile han sido los primeros en cuestionar abiertamente el resultado. Antony Blinken, secretario de Estado estadounidense, expresó desde Tokio las “serias preocupaciones” de la Casa Blanca, mientras que el presidente chileno, Gabriel Boric, calificó los resultados como “difíciles de creer”. Boric ha exigido total transparencia y la verificación de los resultados por veedores internacionales no comprometidos con el gobierno.
Estas elecciones se habían acordado en secreto entre Estados Unidos y el chavismo en Qatar, como parte de un proceso para llevar a Venezuela hacia una normalidad democrática. A cambio del levantamiento de sanciones y la liberación de presos, Maduro se comprometió a organizar unas elecciones libres y competitivas. Sin embargo, las denuncias de fraude ponen en duda la validez del proceso.
Los venezolanos acudieron en masa a votar el domingo, reflejando una gran participación y expectativa. A pesar de la tensión, la jornada transcurrió mayormente en paz, salvo por algunos incidentes menores. El fiscal general, Tarek William Saab, había advertido que ofrecer datos fuera del CNE sería considerado un delito, aunque medios prochavistas publicaron encuestas que otorgaban a Maduro una victoria anticipada.
Tras el anuncio del CNE, Maduro se proclamó reelecto desde una tarima frente al Palacio de Miraflores, justificando el retraso en la entrega de resultados con un supuesto hackeo al sistema del CNE. Sin embargo, no se ofrecieron detalles claros sobre este incidente.