OPINION

Metamorfosis de un Reino

Abdel-Wahed Ouarzazi | Domingo 28 de julio de 2024

El rey Mohamed VI accede al trono (1999) consciente de las imperiosas necesidades del país, y lo somete a un intenso proceso de cambio, implementando los condicionantes para una nueva era de progreso y modernidad que pasará a los anales de la historia.

Basta con revisar la evolución espectacular del PIB de estos 25 años de reinado para comprobar la ingente labor efectuada por el monarca. Un PIB que crece cerca del 60%, pasando de 80 MMD a más de 145 MMD para un país que no dispone, de momento, de hidrocarburos.

En la etapa inicial obtiene el beneplácito de las altas instancias financieras -Banco Mundial y FMI- para la construcción de infraestructuras de despegue, y, a continuación, emprende un programa integral de reformas políticas, sociales, económicas y fiscales de primer orden; toda una declaración de voluntad de apertura al mundo, a la democracia, a la economía global y al bienestar social.

Y, de repente, se ponen en marcha proyectos de envergadura a lo largo y ancho del Reino. Destaca la exitosa obra portuaria de Tánger Med y, ahora, la de Dajla Atlántico, el tren de alta velocidad Tánger-Casablanca que, en 2029, unirá Marrakech, y Agadir en 2040, autovías y autopistas, así como la liberalización de terreno para vivienda, zonas comerciales, industriales, deportivas y de esparcimiento con el fin de asentar el desarrollo económico.

La reforma de la Mudawana (2004) amplia los derechos de la mujer y se impulsa la iniciativa nacional de desarrollo humano (INDH) con programas participativos de apoyo al emprendimiento, individual o colectivo, y de lucha contra el analfabetismo, la pobreza y la precariedad.

Se instaura un amplio programa que hace justicia social al pueblo marroquí, quien ya resiente los efectos positivos de este progreso que amplía la base de la clase social. Al tiempo, arranca la generalización del seguro médico obligatorio (SMO), la prestación social directa que beneficia a familias con o sin hijos o a aquellas que tengan a su cargo personas mayores dependientes, además de ayudas de hasta 10 mil euros por compra de vivienda principal; el seguro por desempleo está previsto para el 2025.

Las cuantiosas inversiones públicas y su efecto multiplicador dinamizan la economía afectando todos los aspectos de desarrollo del Reino. Sectores tradicionales como los fosfatos y derivados, el textil o la pesca se renuevan y se refuerzan haciéndose más productivas; al igual que el turismo, fuente de divisas, que resurge con renovadas infraestructuras rozando la barrera de los 15 millones de visitantes. O la agricultura que combina ahora con la industria alimentaria creando un importante valor añadido, elevando la productividad de los factores y el volumen del PIB, mejorando la balanza de pagos vía aumento de exportaciones.

Tras este despegue inicial, el Reino pasa a la fase de la industrialización. Se crea el Fondo Mohamed VI (2021), se adopta el Nuevo Modelo de Desarrollo (2021) y una nueva Carta de Inversiones (2022). Elementos esenciales para mantener un nivel adecuado de inversión (12% del PIB), capaz de tirar del producto nacional diversificándolo, dando prioridad a las industrias tecnológicas que se conciben ahora como variable a ponderar que pugna por desplazar los sectores tradicionales.

De facto se insertan en las cadenas internacionales de valor de la aeronáutica, automóviles y de energías renovables para ser su operador principal. Tampoco se queda atrás la industria armamentística que arranca en asociación con destacados productores mundiales.

El Medio Ambiente es otra de las preocupaciones mayores del rey Mohamed VI; quien afianza su compromiso de lucha contra el cambio climático y en favor del desarrollo sostenible tras la Cumbre del Clima (COP16) de Marrakech. Se crea la central solar más grande del mundo “Nour” y las eólicas, estableciendo el objetivo del 100% de energías limpias para el año 2050, reconvirtiendo así el modo de producir y de concebir un PIB totalmente verde; y, en la actualidad, se está gestionando la producción de hidrógeno verde con sus socios europeos (Alemania y Bélgica).

Cabe señalar que todo este proceso de transformación está siendo operado sobre la base de la reforma inter-cambiaria que consigue reforzar la estabilidad del dírham y la reserva de divisas; además de permitir un fácil acceso a los mercados financieros internacionales y atraer inversiones extranjeras directas (IED).

Socio privilegiado de las grandes potencias, UE, EEUU, Reino Unido, Rusia y China, Marruecos arraiga sus raíces en el continente africano mucho antes de su reingreso en la Unión Africana (2017). Consolida la cooperación Sur-Sur y pretende convertir el Reino en la locomotora de África, destacando en la actualidad como su primer inversor africano; además de poner a su disposición el Puerto de Dajla Atlántico y un corredor terrestre, en curso, con eje de operaciones en las Provincias del Sur.

La ingente labor llevada a cabo por el rey Mohamed VI logra transformar la faz del Reino desde Tánger a La Güera, cuyo alcance geoeconómico y geopolítico es indiscutible.

Ni la onda expansiva de la “Primavera Árabe” (2010), que no provoca grandes agitaciones como en Túnez, Egipto, Siria o Libia, sino un progreso democrático al adoptar la nueva Constitución (2011), ni la emergencia sanitaria del Covid-19, gestionada eficientemente, logran detener; tampoco las amenazas del Estado terrorista de Argelia ni de sus mercenarios polisarianíes (polisarios+iraníes), que sufren entretanto importantes reveses diplomáticos y militares desde el frustrado bloqueo del puesto fronterizo de El Guergarat (2020).

El llamado “Expediente del Sahara” está concluso y Argelia está tan derrotada como colapsada. Ya no puede hacer más nada por el Polisario, sino enterrarlo. Máxime tras el apoyo de EEUU, Alemania, España y muy recientemente Francia y, en general, de la comunidad internacional al plan de soberanía marroquí sobre sus Provincias del Sur.

Los factores-clave de esta prosperidad y modernidad que vive el Reino reposan, sobre todo, en la supervisión efectiva del rey Mohamed VI. Un rey entregado, al servicio de su “querido pueblo”, expresión que utiliza para dirigirse a la umma, aportando soluciones reales, sin triunfalismos. Lejos de toda improvisación o propaganda política o promesa electoral.

Dotado de una visión estratégica de un líder serio y realista, logra llevar a buen puerto esta metamorfosis, generar confianza y consolidar la influencia del Reino en la escena diplomática regional y global, situándolo entre los países en ascenso económicamente y políticamente influyentes.

Prueba de ello son sus excelentes alianzas internacionales con sus socios en ámbitos comerciales, securitarios e inmigracionales, sobre todo con su vecino el Reino de España.

Ahora bien, decir que todo está hecho sería engañoso. Es más, el rey Mohamed VI es consciente de la inmensa tarea que queda por delante tras este impulso inicial. Eso sí, se dan todas las condiciones para el despegue definitivo hacia la etapa de madurez, (siguiendo las etapas de Rostow); donde la tecnología sería la punta de lanza de toda actividad económica, cuya productividad garantizaría una constante inversión en I+D y una mejora permanente de la renta per cápita y del bienestar social.

Para ello, será necesario un cambio radical de actitud por parte de las estructuras sociales, políticas y administrativas que, hoy por hoy, no acompañan este enorme derroche de energías.

La administración pública y la sociedad marroquí siguen sumidas en la lacra de la corrupción que, el Alto Comisionado para el Plan, Ahmed Lahlimi, encargado del análisis y perspectivas socioeconómicas del Reino, califica de “freno al crecimiento”.


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