OPINION

Sequía escritora

Julio Fajardo Sánchez | Domingo 07 de julio de 2024

A veces no sabe uno de que escribir. No todos los días va a salir una idea, pero la cuestión es que tiene que salir si queremos seguir en esto, de la misma forma que salen botijos de las manos de un alfarero o zapatos de un zapatero remendón o paellas de un cocinero, pero en este caso variando los ingredientes, porque aquí está prohibido repetirse, y más aún, decir tonterías que acaben por hartar al personal. Sin embargo abro los digitales cada mañana y me tropiezo con el mismo relato. Esto me resulta altamente aburrido, pero no me queda otro remedio que nutrirme de esa estupidez para poder afirmar que sigo en el mundo.

Todos los días lo mismo. Ya resulta un poco pesado. Sin embargo, he aprendido a leer la verdadera intención de los periódicos más por lo que no dicen o han dejado de decir. Hay noticias prohibidas y otras que se agotan a fuerza de haber machacado demasiado con ellas. El hecho es que las cosas existen en función de que sean publicadas o no, y esto significa la posibilidad de convertir a la ficción en realidad y al contrario, como siempre hemos sospechado que ocurre desde que Platón inventó lo de la maldita caverna. Todas las novedades mueren por un exceso de expansión, es la vulgarización de las ideas lo que las mata.

Por ejemplo, el matrimonio homosexual, como modalidad de variabilidad se ha extendido a otros aspectos, y hay personas que se casan con su perro y hasta con un árbol, y no digamos con una gallina, un conejo o una rana. Lo del sapo ya venía en los cuentos de hadas, por lo que no resulta muy novedoso. Detrás del sapo había un maravilloso príncipe y esto humanizaba en cierta manera a la fantasía. Estas transmutaciones son habituales desde que admitimos que Gregor Samsa podía transformarse en una cucaracha de la mano de Kafka. Ayer he visto en la tele a una mujer celebrando una boda consigo misma, como si se casara con un selfie. Tiró el ramo al final para ver quién de las asistentes cogía el testigo para ser la próxima. Esto tiende a expandirse, como lo de los perros que fueron unidos en matrimonio por una concejala no hace mucho tiempo.

En fin, que no tenía nada sobre lo que escribir y ya voy por más de la mitad de la página. Todo lo que estoy diciendo es mentira. Por favor no se lo tomen en serio porque me arriesgo a que me pongan la etiqueta de carca. Es producto de la imaginación, como decía aquel mentalista cutre que salía en televisión y ya no sale. Sus adivinaciones se podrían asimilar a las que se hacen hoy sin entrar en mayores detalles y no penetrar en el campo de lo misterioso e increíble. Siempre se puede salir airoso diciendo generalidades insulsas para tapar a la ignorancia, o edulcorando con mentiras aquello que se trata de ocultar cuando es de dominio público.

Es el caso de aquel alumno al que le preguntan en el examen: ¿qué es un calorímetro? Y responde: Un calorímetro es un aparato, que si está bien construido, desempeña perfectamente las funciones para las que ha sido fabricado. El profesor continúa: ¿Cuántas clases de calorímetros hay? Y la respuesta es: Según su tamaño, se pueden clasificar en grandes, pequeños y medianos. Por último, y lleno de paciencia, plantea la última cuestión: Concretemos, ¿puede haber un calorímetro del tamaño de una caja de fósforos? Y el alumno, poniendo sus dedos pulgar e índice en la posición adecuada responde: Si es así, sí.

Pirandello escribió Así es si así os parece y yo creo cada vez más que Pirandello era un profeta.


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