Cuando aún estaba trabajando, esperaba las fechas de los meses de verano como quien espera a los mismísimos Reyes Magos. La ilusión y las ganas de disfrutar del merecido descanso anual, ya de por sí, era suficiente como para anhelar que cambiara de página el almanaque. Una vez que he pasado a “mejor vida ociosa” no crean que no dejo de pensar en las vacaciones de verano y en las de Navidad, y en las de Semana Santa y en las que se me presentan en formato de fin de semana y por supuesto en la de cada día en los que puedo levantarme a la hora que me marca el cuerpo. Mi cuerpo se acostumbró a ponerse en marcha desde muy temprano y el “hombre”, ni se ha enterado que ya no es necesario despertarse antes de las ocho horas. ¡Déjalo estar!
Ciñéndome a lo de las vacaciones, está claro que las del periodo estival, son especiales, por cuanto vienen rodeadas de un calorcito y de una luz que activa todos los sentidos y nos predispone a gozar de ese periodo vacacional. Los pensamientos van estrechamente relacionados con maleta, chanclas, bañador, gorra, disfrute, paellitas, gandulear, y todo lo que pueda suponer un cambio de vida estable para adentrarse en el mundo de lo placentero. No es que en el trabajo no se alcanzara un determinado tipo de placer, sino que es otra cosita. Es, como si el cambio de estación, viniera aparejado con unos condicionantes externos que te empujan a otro tipo de actitud. Todo pasa a verse del color de los cristales de las gafas de sol. ¡Una maravilla!
¿Qué hacer? ¿Dónde ir? ¿Con quién compartir? Esas son las preguntas con sus respuestas tipo test, pero sin penalización, donde caben varias respuestas y todas, sea lo que sea que se conteste, serán válidas. Así será muy difícil suspender. ¡Ojalá hubiera tenido yo un examen de este tipo en mi época estudiantil!
Una vez preparado el plan de actuación, hay que disponerse a cumplirlo. Otra situación, en la que siempre se apuesta a caballo ganador. Mal se tiene que dar la cosa como para que, siendo uno mismo quien se confecciona el plan, vaya a meterse en camisa de once varas. Iremos a la playa y dejaremos unos días sueltos para visitar alguna otra isla o la zona de monte que magníficamente rodea a la isla de Tenerife. Se anotan las fechas, se ajustan las reservas y el cuerpo, que también lo sabe, ya comienza a dar señales de divertimento, relax y sobre todo de desconexión. No más problemas al menos en ese mes al que tanto se le espera durante los anteriores once. ¡Llegó el mes de las vacaciones!
Cuando vas camino del lugar que has elegido dentro de amplísimo abanico de posibilidades que ofrece la isla de Tenerife en lo que a zonas de esparcimiento y turismo se refiere, ya notas que hay algo con lo que no contabas, o al menos, no esperabas contar: el tráfico es denso. ¿Tanta gente de vacaciones en el mismo mes que tú? Pues sí; Así es. Una ristra de coches delante y detrás de ti, van consiguiendo que poco a poco y sin saber el porqué, comiences a tocar la botonera del coche, en busca del aire acondicionado, la radio en varias ocasiones y emisoras y sin dejar de mirar hacia delante y a los espejos retrovisores. Tú sigues en tu carril cual oveja al matadero y cuando vas llegando a la zona del aeropuerto, vas notando como tu pie se va dedicando más al freno que al acelerador. ¡Estás en uno de esos atascos veraniegos! No pasa nada, te dices a ti mismo y lo comentas en voz alta con quienes van contigo. Hay que ser positivo. Esto no es más que un pequeño grano de arena que soplamos y desaparece. ¡Lo vamos a pasar en grande!
Llegas al hotel y la habitación no está lista aunque sean las seis de la tarde: ¡Cosas de la alta demanda! Te dicen a la vez que te invitan a esperar a que te avisen desde recepción. ¿Y tenemos que esperar cuando llevamos todo un año añorando con llegar a la piscina y despatarrarnos? Un granito de arena, no hace montaña y el tiempo pasa volando. La habitación ya está lista y subes para dejar tus maletas y acomodarte. ¿De verdad que estas son las medidas de un hotel de cuatro estrellas -a la hora de viajar no hay que andarse con mediocridades-? Llamas a recepción… ¿Señorita, esto es una habitación doble? – Disculpe caballero, pero debido a la demanda hemos tenido que ubicarlos en una individual de uso doble. ¡Y, tan fresca que se quedó! Nada, nada, un granito de arena que se va en un pis pas.
Entre unas cosas y otras se han hecho las siete. Aun así, vas a la piscina para cumplir con uno de tus objetivos veraniegos: darte un bañito. Pero a esa hora ya queda poca gente -es lo que tiene el compartir el hotel con turismo foráneo-. Por no quedar, no está ni el socorrista. La piscina para nosotros y cuatro o cinco españoles más. Terminas, subes a la habitación, te das una duchita y a cenar que son las nueve y treinta. Cuando llegas, el buffet, está bastante mermado de viandas y las cosas algo revueltas, tal que si hubieran estado las gallinas hurgando en busca del grano. ¿Señorita, no van a reponer las bandejas? –Caballero es que el comedor abre de seis de la tarde, hasta las diez de la noche, y faltando media hora tenemos instrucciones de no sacar más comida. Pero si lo desea, podemos hacerle alguna tortillita francesa… Los granos de arena siguen amontonándose sin que la poca brisa que llega, los disuelva, aunque aún no son lo suficientes como para hacer una montaña. Esto va a mejorar con la llegada del nuevo día ¡Tiene que mejorar!
Entre unas cosas y otras, ha llegado la noche y vas a tomarte algo al bar, oyendo a la orquestita y echándote unos bailes. Ni orquesta ni baile. Solo encuentras a un animador, entrado en años, que ya comenzó a cantar números para el bingo en varios idiomas, menos en castellano –Caballero, es que la clientela es mayoritariamente de fuera ¡Hay que tratar bien al Turismo! te espetan. ¿Y, nosotros que somos? ¿Conos? Vamos a acostarnos, que los granitos de arena ya empiezan a meterse por todas partes.
Te metes en la cama, lees un poquito -poco porque estás algo cansado- y apagas la luz. Aún no has conseguido ni adormitarte y comienza la danza de guerra de uno o varios mosquitos, de esos que suelen aparecer cada verano para informarte que es su momento de apareamiento y necesitan que todo el mundo lo sepa. Si, incluidos nosotros. Enciendes la luz y localizas a uno, que por su aspecto, se ve que se ha alimentado bien. Le das un buen zumbido y listo. Apagando que es gerundio. ¿De verdad? ¿Pero cuantos bichos de estos hay en la habitación? Al entierro, se conoce que vino toda la familia y además muy enfadada con el exterminador. Los granos de arena fina, ya van mostrando su nivel de montañita y tú ya no tienes tanta suerte como para desearte la mejor de las vacaciones. ¡Toda la noche en vela, soportando el rito del zumbido!
A las nueve -justo media hora después de que abatido por el cansancio consiguieras un primer sueño- cañonazo en la puerta y la abren –Limpieza, señores. Denos un ratito. Justo el tiempo para preparar las maletas y pedirle a la empresa que me reincorpore a trabajar. ¿Vacaciones? ¡Te las regalo!