Vuelve Milei a Madrid. No sabemos cómo se va a arreglar lo de Cataluña. Quizá se repitan las elecciones en octubre. Lo del cambio climático se resuelve con una encuesta. Primero se conciencia y después se pregunta. Claro que hay que proteger al planeta, eso nadie lo discute, pero no con un megáfono y una pancarta. El lince ibérico está fuera de peligro mientras aquí se persigue a sus parientes menores, los gatos, porque depredan a los lagartos.
La Universidad de La Laguna ha decidido romper relaciones con sus correspondientes de Israel. Habrá financiación singular para Cataluña, pero, según se dice, el resto de comunidades tendrá el mismo trato. Entonces no será tan singular. Mientras tanto la economía va como un cohete, antes iba como una moto, pero ya se sabe, estos artilugios de andar por casa tienen limitadas sus capacidades supersónicas, y si no que le pregunten a Ángel Nieto.
Las carreteras se llenarán de coches cuando la gente se vaya de vacaciones. Con eso contaminarán el doble, y mucho más con los voladores que tiraremos para celebrarlo. España va bien. El mundo va bien. Le Pen amenaza con ganar en Francia porque, según la prensa, Macron es gilipollas. Putin no se irá de Ucrania hasta que no le den lo que pide. Netanyahu no decretará el alto el fuego hasta que Hamas no se rinda y le entregue los rehenes.
Es normal. Estamos en los primeros 20 años del siglo XXI. Hemos entrado con buen pie en la era de Acuario. El tiempo de la paz, de hacernos veganos y de llevar a los perros en cochecitos de bebés. Iremos todas las tardes a ver la puesta de sol y a cantar el Hare Krishna. Un nuevo tiempo se esta inaugurando y no lo queremos entender. El mundo está lleno de negacionistas y esto es alarmante. Se anuncian leyes para amordazarlos y ponerles multas si se pasan en lo que dicen. Para asegurar a la democracia hay que sacar a escena a algunos liberticidas. Será por nuestro bien. Así nos regeneraremos.
Dentro de poco marcharemos todos cogidos de la mano cantando qué buenas son las madres ursulinas, qué buenas son que nos llevan de excursión; o aquello de no nos damos cuenta del bien que se nos hace en esta santa casa. Menos mal que dejamos atrás al maldito siglo XX, al que Discépolo llamó cambalache, estrambótico y febril. Tenemos todo al alcance de la mano para ser felices. El que no lo consigue es porque no quiere.