La prótesis de hombro está indicada para pacientes que no mejoran con el tratamiento, no pueden tolerar el dolor, y presentan además limitaciones funcionales producidas por su enfermedad (artrosis, artritis o secuelas de una fractura o rotura) que le impiden desarrollar una vida normal.
Este tipo de intervenciones, que son muy complejas y requieren mucha precisión, tienen una duración media aproximada de dos horas y media y necesitan la participación de ocho profesionales sanitarios, incluidos tres cirujanos. En este sentido, es necesario realizar cursos y jornadas para formar, no solo a los nuevos profesionales que van a comenzar a implantarlas, sino para que los más veteranos puedan conocer nuevas técnicas y nuevos modelos protésicos, con la finalidad de mantenerse siempre a la vanguardia.
El primer recambio protésico de hombro se realizó en 1893, pero no fue hasta la década de los años 50 cuando se comenzaron a usar los sistemas protésicos modernos. Existen dos modalidades de prótesis de hombro: Prótesis anatómica o prótesis invertida. El tipo de cirugía a utilizar depende del daño que tengan las estructuras tendinosas que sirven de soporte a la articulación y el objetivo final es recuperar la funcionalidad del miembro afectado para permitir realizar una actividad básica sin restricciones de movilidad.