Me declaro muy fan de Miguel Anxo Bastos, voz autorizada de la fórmula más progresista que existe: capitalismo, ahorro y trabajo “duru”.
El capitalismo es progreso. Es el sistema económico que más aporta riqueza a las sociedades y a sus ciudadanos. Genera más riqueza una sociedad que aporta tractores (capital) al cultivo de los campos que la que sigue labrando con arados tirados por mulas y campesinos con azadas.
El capitalismo es el mejor sistema de organización económica que existe. Se basa en la propiedad privada de los medios de producción, dando preponderancia en el capital sobre la mano de obra, y en el riesgo que asumen los emprendedores para el arranque de un proyecto empresarial. Algunos dirán que el capitalismo es malo. Es un simplismo aprehendido de la televisión y políticos de izquierdas que pervierten continuamente el lenguaje. Como en todo, hay que culpar a determinadas personas dentro del capitalismo, pero no al sistema.
El profesor Bastos es portavoz cualificado de los economistas de la escuela austriaca y aporta un enfoque interesante sobre los recursos naturales. Afirma que los recursos naturales no son fijos ni escasos. Así como suena.
Son escasos desde un punto de vista físico, pero no lo son desde un punto de vista económico. La afirmación suena extraña, lo sé pero nos han educado con una sola concepción que además, es limitante de la realidad: la física. La económica brilla por su ausencia en toda la educación reglada.
Hemos estudiado factores de conversión para pasar de metros a kilómetros, de áreas a hectáreas y de litros a mililitros. Todo en magnitudes físicas pero la falta de un razonamiento económico desde el colegio, ampliamente criticada en mis escritos, trasciende del nulo conocimiento recibido sobre cómo se crea el dinero o cómo funciona el sistema financiero.
Nos han privado de un nuevo enfoque como el que pretendo hacerles llegar, inspirado en las charlas del profesor Bastos. Con esta nueva concepción llegamos a la conclusión de que los recursos del planeta se pueden agotar en términos físicos pero no en términos económicos. Aun siendo la superficie de tierra de cultivo fija, en términos económicos no lo es. Aplicando al mismo espacio de siembra, fertilizantes o plaguicidas más eficientes que tripliquen la producción de trigo, podemos decir en términos económicos que se triplica la tierra de cultivo.
Lo que hoy es un recurso, mañana no lo será y lo que hoy no lo es, puede que mañana lo sea. El recurso, desde un punto de vista económico, depende de la tecnología. Lo mismo que ahora despreciamos (piedras) pueden ser un recurso valioso en el futuro (por el metal que se consiga extraer y la utilidad que pueda tener).
Pongamos el ejemplo del petróleo. Al hilo de mi artículo de la semana pasada, repasando el caso de la familia Salas y la visión empresarial de Manuel Salas Palmer que creó la mayor refinería de España, el petróleo no servía para nada en los siglos anteriores al XIX porque no tenía uso con la tecnología del momento.
Las tribus de los indios caribes de Venezuela vivían sobre terrenos pantanosos cargados de petróleo que hacía que las tierras fueran yermas y no se pudiera cultivar en ellas. El petróleo les era nocivo para sus intereses.
Fue cuando el homo economicus capitalista descubrió que con la técnica del refinado y posterior distribución del petróleo podía hacer negocio al facilitar el iluminado de casas y ciudades cuando el petróleo pasó de ser un recurso molesto a un recurso de gran utilidad.
En el siglo XIX se refinaba petróleo para luminarias, en el siglo XIX se empleó para los motores de explosión de los vehículos. En el siglo XXI los motores son híbridos y emplean menos gasolina y más electricidad. La tecnología ya existe para que los coches dejen de depender de los derivados del petróleo.
Hoy en día, en España ya existen coches que funcionan con hidrógeno. Incluso se comercializan dos modelos: Hyundai Nexo y Toyota Mirai. Estos vehículos requieren de un proceso químico llamado electrólisis y se repostan en estaciones de servicio llamadas hidrogeneras. Emiten cero emisiones contaminantes, solo vapor de agua.
Son caros (75 mil euros) y están en fase experimental pero el capitalismo permitirá que emprendedores los fabriquen a escala y disminuyan costes y precios para satisfacer una amplia demanda.
El recurso desde un punto de vista económico es el transporte (el vehículo), no el petróleo que lo es desde un punto de vista físico. Por eso nos infunden miedo diciendo que los pozos de petróleo se están secando y aprovechan para introducir políticas ecosostenibles o subir impuestos.
Los recursos desde un punto de vista físico van y vienen. La tecnología les dota de utilidad o los deja obsoletos. En cambio, los recursos económicos siempre permanecen. El capitalista aprovecha la tecnología y asume riesgos con el objetivo de crear un proyecto cuyo resultado sea satisfacer las necesidades de la sociedad.
Otro ejemplo. El hombre quiere pan (recurso económico), no trigo. El homo economicus capitalista puede hacer que la tierra (recurso físico) sea más productiva con tractores, plaguicidas y otro tipo de inventos generados por la mente humana que hacen que una hectárea sea más eficiente y produzca más trigo. Pero no basta el avance de la técnica. Tiene que haber uno o varios capitalistas que inviertan en capital y mano de obra para crear procesos productivos basados en los avances tecnológicos, cuyo resultado sea abaratar costes y produzcir en masa.
Otros emprendedores apostaron por la comunicación sin cables y crearon difundieron plataformas digitales en Internet para comunicarse a distancia. Youtube, Zoom, Google Meet son proyectos llevados a cabo por empresarios capitalistas que han evitado millones de viajes de personas, incluso de miles de kilómetros, en todo el mundo para reuniones o formaciones, con un importante ahorro en la huella de carbono (ahora que está tan de moda).
Desde que se popularizó el correo electrónico se ha evitado la tala de millones de árboles y la contaminación derivada del transporte físico de lo que otrora hubieran sido cartas y documentos en popel.
Todo ello es el resultado de proyectos empresariales iniciados por algún capitalista. Colmo dice el profesor Bastos, salva más árboles el capitalismo que el ecologismo.