OPINION

Crispación

Julio Fajardo Sánchez | Lunes 29 de abril de 2024

La crispación es como el colesterol, la hay buena y mala, igual que el jamón. Todo depende de quién la practique y si éste dispone de los argumentos para considerarla un bien necesario a la hora de defender los valores supremos de la democracia. En este sentido nadie es capaz de hacer la autocrítica para reducir la presión porque todos se creen con derecho a sentirse agredidos, sin considerar que también han sido agresores. De esta manera, determinadas actitudes se justifican como una defensa legítima del sistema mientras otras son operaciones de acoso y derribo destinadas a tumbar gobiernos, como si esta no fuera la práctica habitual de la democracia.

Muchos comentarios se han escuchado en estos días sobre que se han traspasado algunos límites y que esto debe servir como principio para la rectificación, pero en lugar de reconocer los errores de cada uno, se ha producido una catarsis levantando cada vez más el muro del desentendimiento entre los bloques. Ayer se ha provocado más la indignación que el sosiego y se ha vuelto a crispar chillando que los que crispan son los otros. El argumentario es el de siempre, la división situando a los demás en las antípodas, y así no se pueden construir propósitos para la rectificación.

Enervar a una de las partes para así sofocar a la otra no es una buena herramienta para llegar a consensos. Estamos ante una copla de malagueñas que dice: “Fueron tantos los agravios que hiciste a mi corazón que la palabra perdón se me murió entre los labios”. Mientras unos sean los buenos y los otros los malos, mientras unos sean los que tienen razón y los otros los que carecen de ella, mientras unos levanten una muralla para que el que está dentro diga: tum tum quién es, no habrá diálogo posible.

Esta carrera hacia el desencuentro no empieza ahora, viene de lejos. Incluso hay quien piensa que se ha larvado desde los años de la Transición, y puede que sea así, que la naturaleza de las ideologías impide que se reconcilien del todo porque entonces perderían su razón de ser: ese compromiso reivindicativo de lucha final, condicionando el destino de una acción política obsoleta que se resiste a desaparecer. La crispación tiene un recorrido de ida y vuelta, actúa como un bumerang que regresa a la mano de quien lo lanza. Nadie puede afirmar que está libre de pecado a la hora de practicar este deporte. El símil podría ser el del niño que arma la gresca en el patio del colegio y cuando recibe un golpe dice: “papá, pupa”.

Si hacemos balance aquí han crispado todos por igual, y a la hora de saltarse líneas rojas no estoy seguro de quién ha tirado más banderolas en el slalom. Ayer ha habido un acto de resarcimiento, pero insuficiente a la hora de la contundencia de una protesta masiva. Esta cifra será superada por el sondeo urgente de Tezanos, que no se hará público hasta después de la comparecencia del presidente. Incluso algunos líderes se mostraron cautos, a la espera de lo que pueda ocurrir, como fue el caso de Illa, que teme que un posicionamiento con posibilidad de ser erróneo le pueda dañar en la campaña electoral de Cataluña.

Observé mucho grito, mucha gente dirigiendo la claque, posicionándose para la posible sucesión. La política es así. Por eso anoche, en la Sexta, Alberto Sotillos recordó lo que le hicieron a Tomás Gómez años atrás. Quizá debido a esto ayer solo había doce mil quinientas personas en Ferraz, y porque no es oro todo lo que reluce.


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