OPINION

Muerto el perro se acabo la rabia

Julio Fajardo Sánchez | Domingo 07 de abril de 2024

El argumentario del partido socialista ante el caso Koldo es que los responsables han sido suspendidos de militancia, no como otros. No es del todo cierto. Koldo no lo es todo. Más bien es el agente burdo que sirve de hilo conductor a todo lo demás. A Ábalos se le abre expediente disciplinario por desobedecer el requerimiento de abandonar el escaño. En lugar de hacerlo se pasa al grupo mixto. Quiero decir que si se hubiera plegado a las órdenes seguiría militando. No es tan fácil echar a alguien de una organización, siempre hay una ley que cumplir y un reglamento interno que protege los derechos de los militantes.

Aparte de esto, son bastantes los casos de imputados y condenados que han seguido perteneciendo a la organización. No lo diría si no fuera porque en los programas de la tele, como en la Sexta explica, de anoche, se exponen estas razones con carácter público, y esto me da pie para opinar.

Muerto el perro se acabó la rabia, aunque hay ciertos perros a los que es difícil matar. Todo depende del tamaño y de su significado simbólico. Se preguntan ustedes qué ocurriría si en Bilbao demolieran el perro florido del Guggenheim. ¿La gente preferiría a la mascota guardiana o la obra curvilínea de Frank Gehry? Yo creo que se decantaría por lo que mejor entiende y eso, no me cabe la menor duda que es el perro, a tenor del número de fotografías que se hacen los visitantes delante de él. Quiero decir con esto que hay perros que no se pueden matar por mucho que queramos.

De cualquier forma, quedémonos con el adagio del perro que me recuerda a la canción alemana “Ein Hund kam in die Küche”, donde el cocinero mata al animal con el cucharón. Imaginen que Ayuso hace lo mismo con el suyo, al que por cierto no tiene que suspender de militancia, que yo sepa, y lo larga con la misma displicencia con que Anabel Pantoja se desprende de sus novios. ¿Qué pasaría? ¿Se acabaría la rabia? Yo creo que no. De cualquier forma ya estamos acostumbrados a estas cosas y las consideramos como cuestiones domésticas. Somos así, a pesar de que Mari Trini diga que ella no es esa.

Claro que nadie es cómo dicen los demás que es. Sería insoportable tener que figurar con un sello en la frente para responder a ese estereotipo de las dos Españas de Machado, donde si no estás en una estás en la otra. Yo ya no sé dónde estoy en medio de esta yenka insoportable. Me adjudican posiciones en función de las simpatías y las coincidencias, y a veces doy lugar a malentendidos cuando practico el esperpento. Pero háganme caso, detrás de todo esperpento hay un asomo de realidad.

Ahora me entero de que le han quitado a Cebrián el título de presidente de honor del grupo Prisa. No me explicaba qué hacía ahí alguien que se manifestaba continuamente contra la línea editorial del periódico que presidía. Mejor las cositas claras, que cada uno sepa lo que hace el otro, sin travestismos ni postureos falsos. Aquí también vale lo de muerto el perro se acabó la rabia. El problema es cuando el animal que hay que matar es el espíritu de la Transición del 78, del que Cebrián y El País eran genuinos representantes.

En esas estamos. Hay que matar al perro para acabar con la rabia.


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