Esta semana de pasión se acumula una serie de noticias flagelantes que hacen mella sobre nuestras espaldas de penitente.
Tras la apariencia de, a veces loables y a veces burdas excusas, se enmascaran medidas que, de manera individual, podrían recordar a países con regímenes tercermundistas y que, vistas en su conjunto, dejan pocas opciones de escapatoria a lo que antaño se entendía por un país totalitario y que cada vez más, vemos como algo normal. Estamos normalizando el intervencionismo y la pérdida de libertades como nunca se había visto.
Con la excusa de evitar la economía sumergida, Europa prohibirá pagos en efectivo superiores a 10.000 euros y pagos anónimos en efectivo superiores a 3.000 €. El dinero físico es el último reducto de libertad financiera.
Con la excusa de atentados terroristas y eliminación del blanqueo de capitales se impondrán las CBDC.
Con la excusa del cambio climático se cierran granjas en Europa y el gobierno de España podrá expropiar pisos en primera línea de mar durante 30 años.
Ay, la manida excusa del cambio climático. Es el causante de casi todo. Sin embargo, es la gran excusa para cercenar de manera abrupta nuestras libertades. Por esa misma excusa, nos registrarán el consumo, nos medirán y castigarán según nuestra huella de carbono, nos encerrarán en ciudades de quince minutos y nos prohibirán comer carne de vaca porque en las cumbres climáticas ha decidido quienes acuden en jet privado que sus pedos (los de las vacas) contaminan ¿o será porque quieren que comamos insectos o la carne de laboratorio que produce Bill Gates?
Con la excusa sanitaria y si no lo evitamos antes de mayo próximo (los países africanos ya lo tumbaron), la OMS va a aprobar un Tratado de Pandemias en el que su Director General, alguien que no hemos elegido y ni siquiera es médico, tendrá poderes ilimitados sin capacidad de revisión por parte de los Estados. Sus decisiones ya no serán recomendaciones sino que tendrán el carácter de vinculantes. Esta persona podrá decretar el inicio y fin de una emergencia sanitaria y ya sabemos que bajo el paraguas de la emergencia sanitaria se aprueba todo aquello que en situaciones normales no tendría lugar. Qué miedo. Porque no hablamos de dinero sino de la salud de las personas y una mala decisión puede ser irremediable.
Con la excusa de evitar las fake news sanitarias, la OMS será la única fuente oficial a nivel informativo. Censurarán cualquier información en contra y será tachada de supercherismo.
Con la excusa de emplear material bajo derechos de autor un juez español ha decidido (parece que sin éxito) cerrar Telegram como canal de información alternativo a las intervenidas televisiones.
Con la excusa de los déficits gubernamentales se crea dinero de la nada como nunca antes habíamos visto y esa inflación nos empobrece a pasos agigantados. Nuestra nómina da cada vez para menos.
Se lleva la palma de las excusas la Agenda 2030 que, con una ristra de objetivos muy loables como la de erradicar el hambre o la pobreza en el mundo y facilitar el acceso a agua potable pretende imponer un gobierno mundial no electo.
Se nos está quedando un mundo cada vez más intervencionista en el que la presunción de inocencia y la propiedad privada se están yendo por el desagüe.
El objetivo, no tengan duda, es cargarse la clase media y empobrecer la población, tanto económica como intelectualmente. La clase media tiene educación, espíritu crítico y otras fuentes de ingresos diferentes al salario. No interesan.
Haciendo un símil, un rebaño con otras fuentes de alimentación diferentes a la del pastor no acudirá a su llamada tan fácilmente. Sin embargo, con hambre y frío las ovejas acudirán sin rechistar al redil en busca de alimento y cobijo. Pero el pastor no lo da gratis.
Con la excusa de la llegada de la Inteligencia Artificial (IA) nos impondrán la renta básica universal para acabar de desincentivar el trabajo y la reconversión. Porque, como toda evolución tecnológica, la IA eliminará puestos de trabajo pero creará otros. La paga universal será aceptada de buen grado pero vendrá en CBDCs y la capacidad de control y penalización que conlleva.
Excusas y más excusas con el fin de empobrecernos y someternos.
Para rematar, nos fríen a impuestos y cotizaciones de la seguridad social. Lo último, la llamada “cuota de solidaridad” aplicable a salarios más elevados que ayuden a sostener el quebrado y piramidal sistema de pensiones.
Y sí, han deducido bien. Pienso que todo está pensado y es causal (para nada, casual). La causa es que esas excusas tienen el efecto de empobrecernos económica e intelectualmente porque, no hablemos del bajo nivel de educación que reciben los jóvenes y cómo pasan de curso sin esfuerzo y con suspensos.
Pobres económica e intelectualmente seremos más sumisos y atenderemos sin rechistar a la llamada del pastor.
No hay excusas para plantarnos, emulando a los agricultores y ganaderos alemanes, holandeses, franceses y, en última instancia, españoles. Ellos abrieron el camino para parar unas intenciones perversas enmascaradas tras un sinfín de loables excusas.
Es necesario un poco más del espíritu reivindicativo del Cojo Manteca en esta sociedad narcotizada en la que nos encontramos.