OPINION

La tristeza en el Alma

Beatriz Vilas | Jueves 28 de marzo de 2024

Son días de descanso, donde mucha gente vuelve a casa de vacaciones de Semana Santa, al igual que ocurre por Navidad.

Y en muchas ocasiones, lo que debería de ser el reencuentro con nuestros seres queridos, se convierte en algo triste y que apena nuestra alma.

Algunos clientes me cuentan que aprovechan para ir a ver a sus familiares y se encuentran con reproches, enfados y problemas y lo que deberían de ser unos días felices, se convierten en todo lo contrario.

Cuando alguien deja el núcleo familiar y se aleja para vivir su propia vida, suele ocurrir esto.

El que se va, en término general, ha mejorado su vida y se ha alejado de los problemas de la familia y eso a los que se quedan, no suele gustar mucho.

A veces por celos, envidias y sobre todo porque a través de la persona que se ha ido, ven lo que ellos no han sido capaces de hacer.

En otras ocasiones hay culpabilidades de quien es el que se quedó cuidando a los progenitores, haciendo ver al que se fue, que se desentendió de sus responsabilidades.

Siempre hay una persona que se cree la víctima y otra que es el verdugo.

Pero lo cierto es que todos somos responsables de los actos de nuestras vidas, de lo que hicimos y de lo que no, de quedarnos con el clan familiar o irnos.

Tanto una cosa como otra tiene sus puntos a favor y en contra, ¡así es la vida!, simplemente que por término general, juzgamos la vida del otro sin saber a ciencia cierta que ocurrió en su vida.

La persona que emigra de un lugar a otro, pasa mucho tiempo en soledad, hasta que llega a hacerse al lugar donde llegó, si es que en algún momento lo consigue, ya que no es tarea fácil.

En cambio el que se queda en su lugar de origen, nunca siente el desarraigo del que se fue. Su contención emocional siempre es mayor, aunque esa decisión también le halla conllevado responsabilidades que se ha querido tomar, porque en última esencia, uno mismo decide lo que quiere hacer con su vida, se quede en su tierra natal o no.

Lo que sí puedo asegurar es que, cada uno de nosotros, somos responsables de nuestros actos, para bien o para mal y que juzgar la vida del otro sin haber estado es su piel siempre es un grave error.

Intentemos ser comprensivos con los que se fueron y con los que se quedaron en el clan, solo así aprenderemos a ser felices con nuestros seres queridos.


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