Para quien no conozca o recuerde el dicho popular que da nombre a este artículo, solo mencionar que gran parte del sabroso marisco, se encuentra entre las rocas de nuestras costas. Lugar hacia donde no es conveniente enfocar la proa de ninguna embarcación por la posibilidad de encallar que eso puede comportar. Esa peculiaridad permite que cada vez que cualquiera de nosotros enfocamos nuestro camino de una forma más o menos poco venturosa, se nos diga que vamos “proa al marisco”. Ese mismo dicho, no solo se usa cuando hablamos del devenir de una persona determinada; también se puede usar cuando de lo que se habla es de una situación concreta. Así por ejemplo, podemos emplear “la frase” cuando nos referimos a un País. En ese sentido, podríamos pensar en cualquier nación que se nos ocurra, pero ¿para qué molestarnos en buscar fuera de nuestras fronteras, cuando en nuestro propio territorio tenemos ejemplos significativamente gráficos?
España sigue con unos niveles de desempleo mayores que la media de la Comunidad Europea, pero ¿en qué andan envueltos nuestros gobernantes y su oposición? Pues en averiguar a qué miembro del equipo contrario se le puede “aflojar” un buen garrotazo para que su líder doble las rodillas. Ahora, cuando toca el caso Koldo, sin haber dado por concluso el caso “”Amnistía”, ya se ha contraatacado con el novio de la Sra. Ayuso o doña Begoña. Todas estas realidades son, lo suficientemente potentes, como para enzarzarse en los rifirrafes que comento, aunque no sea de recibo que se despisten de lo realmente importante para la población. ¿Eso les preocupa a unos y a otros -a unas y a otras también-? Me temo que no. Ahora lo que importa es la poltrona y en el punto de mira de esta gente, solo se vislumbra hacer caer al contrario. ¡Qué tendrá el poder que mucho de lo que se hace en su nombre, parezca turbio!
En Europa, tampoco es que estemos como para que redoblen las campanas. Son ya algunos dignos representantes de los diferentes países quienes proclaman que hemos de preparar nuestros ejércitos para una posible contienda. Y, ya se sabe: “cuando el rio suena…-las arcas de los armamentistas se llena-” ¿Tiene, Europa, también resueltas las necesidades que demanda su población? Pues para empezar, España e Italia están pidiendo a gritos que se busque una solución al tema de la migración que entra por sus fronteras, pero Europa solo pide comprar armamentos para defendernos de una posible agresión de la Rusia Imperial. La del emperador Putin. El mismo que está convirtiendo en un solar a toda Ucrania. Por cierto, ¿Terminó ya la guerra en ese otro país? Ya no sale con tanta frecuencia en la televisión. Ahora, las cadenas televisivas y las centrales de prensa, nos tienen más distraídos con Gaza, Palestina y la pobre Israel, que se está gastando sus ahorros en lanzar misiles a una gente que tienen la “desfachatez” de pedir que les dejen vivir en el trozo de tierra que les ha quedado. En Europa preocupan, también, unos conceptos economicistas que no terminan de cuajar en la población que vive en sus territorios. Pocos conocen a la autoridades europeas que tratan los asuntos relacionados con el empleo o con la cesta de la compra, sin embargo casi todo europeo sabría identificar a la persona responsable del Banco Central de la Unión Europea. A mí eso me resulta, cuanto menos, curioso.
Volviendo a nuestra preocupación patria, digamos que no todo es lo que parece, pues ¿existe interés en conocer lo que nuestros responsables políticos hacen con nuestros dineros? Tal vez, por aquello que “de tal palo tal astilla” solo nos interesamos cuando comienzan los “y tú más”. Les sufrimos un año antes -da igual que haya un periodo legal de elecciones-, nos sometemos a debates televisivos y a escuchar insultos en el Hemiciclo y fuera de él. Pero ¿hacemos algo más? ¿Cómo es posible que se oiga lo que se oye, se vea lo que se ve y sigan saliendo los mismos? Cuando no salen los unos, salen los troyanos; ¿Tendrán un turno establecido a priori? ¿Resuelven algo? Cuando lo hacen, llegan los del turno siguiente y consiguen transmitir que, lo hecho, parezca un disparate; lo destruyen y en muchos casos, vuelven a hacer más o menos lo mismo, pero con un nombre más acorde a sus posturas políticas. La “eliminación” de cetáceos para el aprovechamiento de su grasa pasará, gracias a la magia del “márquetin político”, a ser una “ayuda” para el control de la superpoblación de las ballenas y evitar el almacenamiento de aceite en los océanos. Y, así, se podría citar más ejemplos que servirían para entender que los que ejercen la política y dirigen el cotarro, solo anden preocupados los meses previos a las alecciones. Después: “el que no se ha escondido…”
Mientras que todas estas realidades van sucediendo, el barquito sigue su ritmo hacia las rocas que mencioné al principio. El rumbo está fijado y parece que no hay forma de cambiarlo. Esta idea catastrofista nos invita a pensar que ¡nos vamos a hartar de marisco! Eso sí, nos dejaremos los dientes en ese banquete si nadie lo remedia.
¿Qué hacer ante el “andar de la perrita”? La respuesta es bien sencilla y no es la primera vez que hago mención de ello. El pueblo tiene el mando, o eso es lo que nos dicen. Yo, como soy bastante crédulo, me lo he creído y ya no voto a quienes se me presentan con grandes promesas. No voto a quien no exponga en su programa como va a realizar todos y cada uno de sus proyectos. No voto a quien hable de su oponente con insultos y tratando de exponer lo ilegítimamente realizado por esos contrincantes, ante cámaras televisivas y/o micrófonos de radio; antes de pasar a formular la correspondiente denuncia ante el Juzgado de Guardia.
¿Cómo puedo evitar que el barco en el que me llevan, deje de seguir dirigiéndose hacia una costa llena de rocas puntiagudas? Sin duda alguna, no creyendo en todo lo que se dice en mensajes de los que nadie se hace responsable. También tengo claro que el tiempo que llevamos en democracia, debería servir, como mínimo, para conocer a actores políticos que han demostrado servir solo a intereses particulares o a “poderes” poco o nada transparentes. En este tiempo que llevamos entre elecciones y elecciones, ya hemos sido testigos de cambios de chaquetas, de cambios de opiniones drásticas, de lecciones de constitucionalidad y de lo contrario. Así que, si en alguna lista veo alguna cara conocida que haya participado en lo que no me interesa, pues simplemente opto por no dejarme engañar. ¡Votar sin tragar!
Cuando se da el caso -haberlo háylo-, que, en unas elecciones, las listas vienen demasiado intoxicadas -nombres que nos meten en listas cerradas- con esos personajillos que hemos podido ver hablando de la verdad y la mentira como si solo se estuviera usando la veracidad absoluta; simplemente, no voto. Al actuar así, lucho para que, los partidos, hagan una selección más eficiente para encontrar, entre sus bases, a gente más preparada para timonear lo público y llevar el barco lejos de la orilla. Y, ¿el marisco? También se puede adquirir -quien pueda permitírselo- en las lonjas o en las pescaderías.