Beatriz Díez-Mayans | Jueves 26 de marzo de 2015
Es un tipo de miedo que nunca he tenido y que nunca creí tener ya que, entre otras cosas, procedo de una familia muy relacionada con el mundo de la aviación y si algo he hecho en esta vida es volar. Sin embargo, tal y como está el panorama, debo confesar que cada vez me da más ‘cague’ coger un avión.
Si mi padre lee este artículo no sólo se indignará por mi confeso miedo, sino que además me llamará para decirme que las estadística y la probabilidad demuestra que volar es más seguro que conducir. Claro. Lógico. Cogemos mucho más a menudo un coche que un avión así que las probabilidades de tener un accidente en un medio de transporte son más altas si éste es un automóvil.
Sin embargo este argumento no me consuela. Sobre todo estos días en los que no puedo dejar de pensar (como el resto del mundo, supongo) en el trágico suceso aéreo que tuvo lugar ayer entre Barcelona y Dusseldorf y que ha dejado más de 145 muertos.
Un accidente que se suma a otros tantos que, en los últimos años, han provocado que volar me dé mucho más respeto que antes y, por otro lado, han puesto encima de la mesa el debate sobre la calidad y seguridad de las compañías aéreas low cost. Debate que hoy coge más fuerza que nunca pues el avión estrellado era la marca barata de una empresa de toda la vida.
Los expertos afirman que estos aviones son tan seguros como los otros. Es más, el avión siniestrado pasó una revisión horas antes del cruel e injusto suceso.
Sea como fuere, tanto si son igual de seguros como si no, yo me estoy volviendo una cagueta de mucho cuidado. Supongo que a base de viajar se me irá este miedo injustificado. Sólo espero que las estadísticas y las probabilidades que defiende mi padre estén de mi lado.
TEMAS RELACIONADOS:
Noticias relacionadas