Los resultados del Bloque Nacionalista Galego (BNG) son buenos pero decepcionantes, pues desde diversos medios de izquierdas y también desde el CIS de Félix Tezanos, abonado irremediablemente al ridículo al que arrastra al otrora prestigioso organismo demoscópico de titularidad pública, se había alentado la esperanza de que la izquierda tenía a su alcance desbancar a la derecha. Nada eso ha sucedido. Los nacionalistas que lidera Ana Pontón aumentan su representación en seis escaños (alcanza los 25) pero sólo les sirve para seguir siendo la segunda fuerza más votada.
Sin embargo, lo que realmente destaca en estos comicios es la alarmante debilidad territorial del Partido Socialista Obrero Español (PSOE), descalabrado electoralmente al pasar de 14 a 9 escaños, con un exiguo 14,04 por ciento del voto. El PSOE sufre una pérdida significativa de apoyo, evidenciando una desconexión con el electorado socialista de Galicia, que deja de votar al PSOE para votar al BNG.
La derrota del PSOE refleja una preocupante falta de arraigo y conexión con las necesidades y demandas de los ciudadanos gallegos. Pero además, confirma una tendencia sostenida en el tiempo, desde que Pedro Sánchez es presidente del Gobierno, de alarmante debilidad territorial. Tras cada elección autonómica, los socialistas constatan, derrota tras derrota, que su proyecto político de sumisión al nacionalismo y al independentismo, especialmente con su humillación ante Junts per Catalunya de Carlos Puigdemont, despierta un amplio rechazo del electorado.