El cerebro humano es “joven” y “primitivo”, ya que no llevamos muchos años de diseño evolutivo homínido, por lo que es comprensible que nuestra capacidad de pensar sea deficiente y limitada y que todavía mantengamos restos de “irracionalidad” y estupidez. Esta carencia profunda de evolución se manifiesta en la omnipotente inmadurez actual. Seguimos siendo unos obtusos incurables.
Con demasiada frecuencia olvidamos que descendemos de un mono asesino. El ser humano nace agresivo y se vuelve violento. La agresividad es innata y adaptativa.
“La violencia siempre supone un daño y una dificultad para el desarrollo de la vida y una hipoteca para la evolución del ser humano tanto a nivel individual como colectivo. Hay personas que se instalan en la violencia como la única manera de sobrevivir, parasitados por el odio, el miedo, el resentimiento y la desconfianza en ellos y los demás” sostiene el prestigioso grupoanalista vasco, el dr. Ayerra.
No elegimos ni la lotería genética ni el entorno en cual nos criamos y donde realizamos el aprendizaje emocional, donde construimos nuestros primeros vínculos y donde se desarrolla la urdimbre afectiva. ¿Si pudiéramos elegir, alguien elegiría la adversidad? ¿Entonces porque nos vanagloriamos de lo que no hemos elegido, de lo que no es mérito nuestro y porque lo utilizamos como criterio de exclusión?, sostiene
Los seres humanos nos programamos en nuestras familias; son las primeras programaciones las referencias determinantes de nuestro cash afectivo, cognitivo e interpersonal. Esa es la factoría de la empatía, del amor, de la compasión, de todos los sentimientos y de muchas experiencias traumáticas. Somos esponjas que absorbemos todo lo que hay. Si prevalece lo positivo, el cuidado y el cariño adquirimos seguridad, confianza y agradecimiento, si prevalece la carencia, el abandono, el maltrato, el miedo o bien un exceso de sobre nutrición infantilizante y sobre protectora, se generan la desconfianza, la dependencia patológica, el odio y el resentimiento que se proyectarán en forma de envidia, violencia.
Los sucesos violentos, más si los que los protagonizan son “personas normales” son una muestra de nuestro primitivismo y de nuestra carencia de evolución. Nos sobrecoge no solo las muertes sino también “las razones argumentativas”. Reconocer la existencia de otras personas y por lo tanto nuestra dependencia, implica una atenuación de nuestro yo muy mal tolerada por personas con personalidades narcisistas y psicopáticas.
La conciencia moral yerra su disparo ya sea por demasiada poca o por excesiva vergüenza. El psicópata solo se avergüenza si lo pillan. Los demás son percibidos como objeto para manipular ya que no existe ningún tipo de identificación con ellos. No sienten miedo ni compasión. Sobresalen por su mitomanía falsificadora y por su frialdad. Disponen de una gran capacidad para leer las emociones en las demás personas aunque no utilicen estas habilidades consigo mismos. No se adaptan a las normas. No tienen remordimientos y siempre se auto justifican. Son cerebros impertérritos.
¿Pero qué guiones familiares existen en las familias de los psicópatas? Actualmente se están investigando anomalías cerebrales en ciertos circuitos así como ciertos rasgos genéticos. Existen algunos tipos de personalidades de difícil relación con el entorno (psicópatas, delincuentes, narcisistas etc.) que se manifiestan a través de la rabia, la locura actuada, la violencia, la fragilidad vincular y el auto y heteroagresividad. Son personas que carecen de activadores internos de culpabilidad, empatía y compasión. Dañamos y ejercemos la violencia sobre las personas que nos hacen generar los sentimientos más insoportables, en un intento de acabar con ellos. Cuanto nos cuesta renunciar a la proyección desculpabilizadora y desrresponsabilizadora.
La sociedad actual está preñada de un relativismo moral que se presenta como parte del sentido común o seny. Desde el relativismo todas las conductas son más o menos equiparables. Hemos construido una sociedad carente de valores fuertes como la solidaridad, la responsabilidad, la empatía, la tolerancia y la caridad lo que nos condiciona para gestionar adecuadamente la vulnerabilidad y la indefensión.
La maldad existe y los trastornos hijoputaticos de la personalidad, también.
Ya saben en derrota transitoria pero nunca en doma.