OPINION

El fin no justifica los medios

Juan Pedro Rivero González | Jueves 16 de noviembre de 2023

No todo vale. No quedan justificadas las herramientas que utilizamos o los medios que ponemos por alcanzar un fin bueno. Buenos han de ser tanto la meta como el camino. No creo que evitar la delincuencia en la sociedad justifique la pena de muerte. Es un medio desproporcionado -teniendo otros adecuados- para minimizar el efecto negativo de la delincuencia ciudadana. No se elimina la pobreza eliminando a los pobres. Los fines buenos merecen medios buenos. Y ahí lo dejo…

Maquiavélico es la postura que justifica el otro modo de enfrentar los problemas sociales. Y de ese “Príncipe” yo no quisiera ser súbdito. Desde la programación hasta la rúbrica evacuativa, todo el proceso ha de pretender el aprendizaje de los alumnos. En otros momentos de la historia de la educación se decía que la “letra con sangre entra”, pero estamos ya en otro escenario pedagógico y cultural. Hemos aprendido. Nos hemos superado. Hemos alcanzado una estatura social que reconoce el valor de la democracia y el error de las decisiones no consensuada que emanan de la justificación ciega de cualquier medio para generar un aparente bien.

Posturas como esta se nos filtran por las rendijas de la cultura contemporánea cegándonos de modo que olvidamos el valor del pensamiento crítico. Pensar bien supone conocer los caminos buenos del bien posible. Y reconocer que no todo vale.

Esta postura ética puede resultar teórica hasta que ponemos sobre la mesa ejemplos concretos que son por todos conocidos. Si dedicamos un momento a la búsqueda de ejemplos, estoy seguro que no tardaremos más de cinco minutos hasta haber descubierto alguna realidad concreta y actual en la que este hecho aparece en el escenario de la actualidad. Pero de poco servirá su exposición si no comprometemos nuestra vida concreta y ordinaria en ello. En las distancias cortas y en la vida privada hemos de poner a funcionar los principios que la inteligencia del bien descubre.

Con serena ironía recoge el refranero lo inadecuado de “desnudar a un santo para vestir a otro”. Al final siempre quedará algún santo desnudo. Los éxitos que se logren no pueden dejar cadáveres por el camino. Porque si no alcanzamos todos el bien, si hay descartes concretos, por mucho bienestar que se reivindique, su lejanía al bien común convierte en medio malo la pretensión final de bien.

Por eso, cuando decidimos en alguna dirección deberíamos preguntarnos si con esa decisión alguien queda dañado. Es cierto que existe el principio de totalidad por el que el bien de la mayoría justifica sacrificar una parte del todo, como ocurre con la amputación de un miembro gangrenado. Pero la enfermedad ya justifica el sacrificio. Cuando se sacrifica a un miembro sano, la cosa modular de otra manera. Y en ese momento, el fin no puede justificar el medio, incluso aunque sea un bien real. Mucho menos cuando es un bien aparente que siembra para el futuro otras formas de males concretos.

La prudencia en la justicia, la fortaleza y la templanza en las decisiones, analizadas con espíritu y pensamiento crítico, deben ser criterio de discernimiento. No todos los medios son válidos.

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