OPINION

Anoche, El Cristo

Julio Fajardo Sánchez | Viernes 15 de septiembre de 2023

Anoche no salió el Cristo. Había riesgo de lluvia y se quedó en casa. Son cosas del cambio climático. El cambio climático no tiene nada que ver con Dios, ni con las rogativas, ni con ninguna de esas cosas que ni Él ni nosotros somos capaces de controlar. Eso está en manos de activistas, de expertos, de foros, de la ONU y de las agendas globales. Lo cierto es que en La Laguna sabemos que por el Cristo suele llover, así que no es difícil adivinarlo sin necesidad de recurrir a las cabañuelas ni a la AEMET.

El Cristo se quedó en su santuario diciéndonos a todos aquello de “Hombres de poca fe, porqué teméis”. A pesar de todo hubo fuegos y los perros sufrieron una barbaridad, como dicen los animalistas, que los quieren prohibir. Yo estaba en la azotea de mi hermana y a mi lado había una perrita tan contenta moviendo el rabo cuando el cielo se cubría de palmeras amarillas.

Cuatro fogueteros y una lluvia de cohetes de los grandes, que tardan casi tanto como los chicos porque están menos apretados. Ya se sabe: como los fósforos que nunca bajaban de precio, pero sí lo hacían porque cada vez venían menos en la caja. Los fogueteros presentaron más o menos el mismo repertorio. Empiezan bajos y con colorido y terminan arriba, hasta llenar el cielo por completo de luces, como si las estrellas se hubieran vuelto locas. Solo a uno se le ocurrió presentar una originalidad con una especie de abanico a ras del suelo. Pocos de color azul. Son los más caros. Esto lo sé porque en 1979 fui concejal de fiestas y tuve que mirar los precios. Tienen ferroprusiato y nitrato de plata, como algunos virajes fotográficos que compraba Zenón en la droguería de don Daniel Piñeiro. No les puedo decir que me gustaron ni que me dejaron de gustar. Más o menos como siempre. Así es la tradición y la gente aplaude, le echen lo que le echen, porque considera que su dinero está bien gastado.

Yo no lo vi, pero me dijeron que el alcalde cantó con María del Monte. Este alcalde sabe. En las noches de septiembre las laguneras de toda la vida se echan a la plaza con una rebequita sabiendo que está a punto de entrar el otoño.

La plaza del Cristo ya no tiene árboles ni el piso de tierra para llenarse de hojas secas que son pisoteadas por la gente que va a los ventorrillos. La plaza del Cristo ya no es lo que era, pero el Cristo sí, y el risco de San Roque también. Ayer Mary me recordaba una copla que hice, estando en los Sabandeños, que cantaba por malagueñas de forma magistral Gonzalo Bravo de Laguna. “Subiendo al risco con otro/ desde el templete te vi./ Cuando se acabe la entrada/ ya no serás para mí/ sino polvo de bengala”. Pues eso: oliendo a polvo de bengala se quedó el ambiente, y la gente enfiló por la calle de Viana para volver a sus casas.

El Cristo saldrá en la octava y le quemarán ruedas, y luego cantarán estribillos alusivos a lo arreligioso, que es una forma de tomarse las costumbres a cachondeo. “De la fiesta yo traje para tu hermana dos rueditas de fuego y una bengala”. Si no fuera por estas cosas la celebración se quedaría en la vulgaridad aburrida de la actualidad. Me dijeron que la procesión del retorno pasó sin pena ni gloria, que ya ni le aplauden a los soldados con la pasión que lo hacían cuando al obispo se le ocurrió vetar su desfile acompañando a la imagen. La gente corriendo de un lado a otro entre puestos de turrones. “Te he visto en Güimar y Arico/ en Los Silos y en La Cuesta/ Si en tantas partes te veo/ es porque sos turronera”.

Antes la plaza era de tierra y el día después íbamos los chiquillos a buscar monedas y reuníamos hasta diez pesetas cada uno. Mañana cambia todo y empezará el rock. Ya quedaron atrás Elfidio en su silla giratoria y el hijo de Olga Ramos cantando con los ojos cerrados lo de “Al canario le partieron el pico con una azada”. Leoncito Bacallado decía que había que tener mucha puntería.

En fin cosas de las fiestas que se quedan atrás hasta el año que viene.


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