OPINION

Leyendo a Octavio Paz

Julio Fajardo Sánchez | Sábado 09 de septiembre de 2023

He leído el artículo de la catedrática de Derecho Penal de la Universidad Autónoma de Barcelona, Mercedes García Arán, sobre la amnistía, en el sentido de que el olvido debe arbitrar en los dos aspectos, que afecta tanto al que lo otorga como al que se beneficia de él. En este caso no parece que Junts y el Govern se hayan mostrado partidarios de repetir el conflicto, sino todo lo contrario. Ya he visto varias opiniones publicadas en el mismo medio sobre el mismo asunto y con la misma tendencia.

Sabiendo la sintonía que éste manifiesta con las estrategias de Moncloa, no me cabe otra que pensar que el frente anti amnistía está siendo utilizado para intentar disuadir a Puigdemont de sus exigencias y reducir la conveniencia de la investidura al riesgo de que sea Feijóo el que gobierne. De aquí la importancia de la revisión de los votos nulos de Madrid, porque, en este caso, no sería tan grande el sacrificio del de Waterloo al aceptar una abstención como mal menor. La lectura de la prensa cada mañana me sugiere ideas diabólicas, pero después pienso que no hay nada más diabólico que los hechos que he ido comprobando a lo largo de los últimos años.

Yo no le tengo miedo a los cambios de gobierno, ni siquiera a los de sistema. Tengo la edad suficiente para no asustarme por nada y además, estoy convencido de que, por mucho que lo quieran las minorías políticas, la gente siempre va a ser la misma. Me pasé la mayor parte de mi vida yendo a comprar a la misma tienda de la esquina. Ahora llevo casi treinta años haciéndolo en el híper que esta frente a mi casa, y no creo que las cosas vayan a cambiar tan fácilmente, y si cambian será por otros motivos y no porque lo decidan los partidos políticos que están en el poder. Así que me da igual lo que pase, con amnistía o sin ella.

Este tema de Cataluña es como el clima: tan pronto llega una DANA como viene un tiempo primaveral que hace trinar contentos a los pájaros. No es la primera vez que ocurre. Desde la época de Felipe IV hasta ahora, siempre que en Madrid se atisbaba alguna debilidad se aprovechaba para organizar la sedición. Al final, con mayor o menor trauma, las cosas volvían a su sitio. Lo que sí es novedoso, y por tanto alarmante, es la no defensa de la unidad nacional por quien corresponde con la consiguiente entrega a las pretensiones de los separatistas. Con Pedro Sánchez se inaugura una etapa en este sentido. Ni en la época del Conde Duque, ni en las dos repúblicas, ni en los desgraciados hechos de 2017 se había visto una disposición a entregarse sin luchar, como dice el tango, por parte del Gobierno actuante. Esto es inédito e insólito, máxime cuando en todo el país se ventilan los motivos reales de tal situación: conseguir una investidura a cualquier precio. Lo peor no es que el señor Sánchez haya logrado dividir al país sino que lo ha hecho también con su partido.

Yo, al fin y al cabo, soy un opinador libre, y mientras haya que mantener la apariencia de que estamos en una democracia plena puedo seguir opinando libremente. Lo peor se lo llevan los disidentes socialistas que apelan a las resoluciones de sus Congresos y son insultados y denostados por una masa fanatizada por su idolatrado líder, como si la capacidad crítica y la democracia interna hubieran sido borradas de un plumazo de sus Estatutos. La gente tiene la oportunidad de opinar en libertad y normalmente los que lo hacen son los que muestran un mayor grado de sensatez e inteligencia.

Estoy leyendo otra vez “El mono gramático”, de Octavio Paz, y lo estoy disfrutando mucho más que la primera vez que lo hice, hace ya tantos años. Es una delicia este libro y este escritor fantástico. No puedo olvidar su repulsa al comunismo tras los acontecimientos de Praga, ni sus críticas de 1937, cuando acudió, con 23 años, a un Congreso de Escritores para la Cultura, celebrado en Valencia, ni sus referencias a Orwell en la desatención al POUM por parte del Gobierno republicano. Nunca hubo fanatismo ni esclavitud a las ideas en este hombre de Méjico. Qué diferencia con las facciones que ahora nos intentan llevar por los tortuosos caminos de la ceguera.


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