OPINION

Y también dos huevos duros

Andrés Lasaga | Viernes 11 de agosto de 2023

Sin duda, la escena del camarote de la película ‘Una noche en la ópera’ de los hermanos Marx, es una de las más delirantes y divertidas de la historia del cine. Todo comienza con el personaje interpretado por Groucho Marx, un extravagante y oportunista hombre de negocios que, a bordo de un barco, llama al camarero para pedirle una interminable lista de comida: un jugo de cada clase, más dos huevos fritos, dos revueltos, dos pasados por agua y dos en tortilla.

En ese momento, desde el otro lado de la puerta, se escucha a Chico pedir: “¡Y también dos huevos duros!” y, a continuación, suena la bocina de Harpo y Groucho añade: “en lugar de dos, pon tres”. La lista continúa con los bistecs: uno crudo, otro hecho, otro más hecho y otro quemado… a lo que Chico añade: “Y también dos huevos duros”, y Harpo con su bocina, otros dos más. La escena continúa con los pastelitos franceses y los bizcochos borrachos, más los dos huevos duros (“y uno de ellos de oca”).

Mientras aguardan que llegue la pantagruélica comanda, el camarote se va llenando de todo tipo de personajes, que se unen a la disparatada escena hasta convertirla en uno de los momentos más surrealista y divertido de la historia del cine.

El prófugo Puigdemont no es Groucho Marx, pero a su lista de peticiones para dar su apoyo a la investidura de Pedro Sánchez, que es al mismo tiempo el mejor guionista del relato independentista, también podría añadirse la famosa coletilla de los hermanos Marx “y también dos huevos duros”.

Si es verdad lo que reflejaban estos últimos días algunos medios nacionales, el cumplimiento por parte de Pedro Sánchez de las exigencias del prófugo Puigdemont supondrían la definitiva liquidación del Estado español en Cataluña. Mucho se ha avanzado en los últimos años, con gobiernos tanto del PSOE como del PP para que así. Pero en esta ocasión, desde su postura de fuerza, los independentistas elevan la apuesta y pretenden dar el salto definitivo.

Ya se sabe que el objetivo final de los independistas catalanes es votar en referéndum su desvinculación de España, pensando que lo van a ganar. Pero mientras tanto y como saben que esa posibilidad tiene difícil encaje normativo con la actual Constitución, ponen peticiones sobre la mesa más realistas. Por supuesto, el prófugo Puigdemont no quiere que haya rastro de la Justicia española, por lo que pide que TSJC sea la última instancia judicial en Cataluña. También quiere independencia en la recaudación y gestión de los impuestos, por eso pide recaudar todos los impuestos a través de la Agencia Tributaria Catalana y el traspaso de la Seguridad Social. Por supuesto, no puede quedar ni rastro Cuerpos y Fuerzas de Seguridad del Estado en Cataluña, por lo que pide el traspaso del cuartel del Bruc (Barcelona) y de la sede de la Jefatura de la Policía Nacional de Vía Layetana.

En materia de transportes la lista de peticiones también es larga: traspaso de los puertos de Barcelona y Tarragona; traspaso del aeropuerto de El Prat o traspaso de Cercanías. Hay más propuestas como la gestión del tramo catalán del Ebro, la gestión de los ocho paradores nacionales que hay en Cataluña, el control de los flujos migratorios en Cataluña o el Traspaso del Consorcio de la Zona Franca de Barcelona. Luego hay otras peticiones más folclóricas, como selecciones deportivas catalanas para poder jugar contra España, algo que excita especialmente a los independentistas, o que el catalán pueda utilizar en el Congreso, en el Senado y hasta en el Europarlamento. El colmo del surrealismo de los independentistas que moran en suelo español es que para entenderse entre ellos utilizan el idioma que intentan eliminar desde hace años en sus respectivos territorios.

Pero claro, como la pela es la pela, a todas estas peticiones se une la condonación de la deuda de Cataluña con el Fondo de Liquidez Autonómica (FLA), un mecanismo extraordinario de financiación creado en 2012 para inyectar liquidez a las comunidades al borde del colapso por la crisis financiera, y que roza los 80.000 millones de euros. Vamos, para que se hagan una idea, es como si uno decide cambiar de banco porque le gusta más otro y pide que le condonen el préstamo de la casa.

Hecho en falta algunas peticiones, pero ya las ha puesto en marcha Marlaska, que se ha cargado a la Guardia Civil de los puestos fronterizos y de las aduanas en aeropuertos, y serán sustituidos por mozos de Escuadra, debido seguramente a su gran experiencia.

Poco a poco, los más de 4.000.000 de catalanes que no son separatistas quedarán sometidos por un puñado de totalitarios. Esto debe ser la pacificación de la vida en nuestro país de la que presume Pedro Sánchez: permitir que una minoría someta a la mayoría de la población. Y el plan se va cumpliendo. Adiós España.


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