OPINION

El bizcocho de manzana

Juan Pedro Rivero González | Jueves 22 de junio de 2023
Vivimos entre las mezclas y lo genuino. Cada uno encierra su individual peculiaridad y, sin embargo, somos la consecuencia de la imbricada mezcla de realidades distintas que nos conforman, en la que se fusionan los caracteres de nuestros progenitores, su carga genética, nuestros múltiples ámbitos culturales y el rosario de personas que han tenido contacto con nosotros en nuestro itinerario biográfico. Somos mezcla y somos genuina sustancia personal. Algo así como el bizcocho de manzana que esta mañana estrené.

La manzana es lo genuino, lo peculiar, lo identitario, pero en él hay muchas más cosas que tener en cuenta antes de meterle el cuchillo al extremo del estreno. Hay harina, agua, huevo, azúcar, además de manzana. Solo citamos la manzana, aunque sea un crisol de mezcla de productos múltiples que dan lugar a esa rica realidad que es capaz, acto seguido, de empaparse en café con leche. Sin olvidar al agricultor, al azucarero, al avicultor, al pastelero, al camionero e, incluso, al director de marketing de la cadena de supermercados. Al final del rosario el recuerdo de los trocitos de manzana queda tan lejos que necesitamos volver al inicio y retomar su conciencia. Así somos, mezclas de tanto y de tantos, siendo genuinamente nosotros mismos.

Por eso los análisis sociales son siempre aproximativos. Como toda la realidad que es compleja y anudada en una red de vínculos de tipo múltiple. Evolucionamos, nos vamos enriqueciendo y empobreciendo por el camino, adquiriendo y perdiendo aspectos que, en sí mismos, siguen haciendo marca y configurándonos. Por eso el estudio de la historia es siempre aproximativo, pues resulta imposible conocer y comprender los nudos del acontecer social en ese itinerario de relaciones compuestas en las que tantas personas y tantos aspectos se enredan y afectan.

No solo la sociedad y la historia, sino nosotros mismos entramos a formar parte de ese misterio inabarcable siempre aproximativo. Tenemos toda la vida para conocernos a nosotros mismos y nos falta tiempo. Menos mal que, como sucede con el bizcocho de manzana, podemos leer lo que nos revela la etiqueta y hacernos una primera idea de lo que somos; podemos hablar con el dueño de la patente y conocer cuál fue su sueño creativo y sentir que, a pesar de lo diverso del proceso, hay un sentido que nos ofrece la certeza de un destino final.

Ayer un amigo me remitió el vínculo web a una Carta Apostólica del Papa Francisco con ocasión del 400 aniversario del nacimiento de Blaise Pascal, ese científico matemático que supo combinar la geometría con la filosofía y la teología, dejándonos sus Pensamientos -editados tras su muerte- como un rosario de búsqueda creativa del sentido de lo real. Esa mezcla de saberes e intuiciones que generó su búsqueda y que nos llega a nosotros como telar de nudos múltiples que seguir atando. Y en esa dinámica de la mezcla de aspectos múltiples, Pascal nos ofrece en una frase la complejidad de la fe: Esta es la razón por la que «hay suficiente luz para aquellos que sólo desean ver, y bastante oscuridad para aquellos que tienen una disposición contraria».

No conozco al pastelero ni sé de qué campos de trigo viene esa harina; no lo sé. Pero fue real mi desayuno y estaba muy rico el bizcocho. Eso sí lo sé. Así que comencé el día agradecido al Agricultor y al Pastelero de mi vida.


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