OPINION

Silvio Berlusconi en modo pausa eterna

Jaume Santacana | Miércoles 14 de junio de 2023
Hace unos cinco minutos me acabo de enterar por la radio del fallecimiento del magnate italiano Silvio Berlusconi.

En la deontología establecida tradicionalmente por la profesión periodística se fija una norma por la cual nunca —o casi nunca—se debe hablar o escribir sobre uno mismo; es decir, no parece correcto redactar un artículo en el que el protagonista sea el propio periodista. En el caso de estas lineas, me voy a acoger a la excepción (a este “casi nunca” que se aparta de la ortodoxia oficial). De paso, como reza el refrán, confirmaremos la regla.

Tuve la oportunidad de conocer, personalmente, al personaje Silvio Berlusconi allá por el año 1986, cuando un servidor era Director de Programas de la entonces flamante TV3, Televisió de Catalunya.

El equipo directivo de la televisión catalana habíamos estado negociando con los representantes de Mediaset —la compañía audiovisual del apodado Il Cavaliere— la adquisición de los derechos televisivos de la exitosa serie americana “Dallas”, en aquel momento en posesión del italiano. “Dallas fue una bomba que estalló en Catalunya en forma de un éxito brutal para su incipiente audiencia.

Terminadas con satisfacción mutua las citadas conversaciones contractuales, Berlusconi quiso rubricar el acuerdo con una visita a nuestros recién inaugurados estudios de Sant Joan Despí. Apareció en TV3 acompañado de Valerio Lazarov, el rumano que ejercía de su mano derecha profesional cuya estelar carrera realizó en TVE con el rimbombante sobrenombre de “Míster Zoom”, a causa de la utilización insistente y rotunda de dicho efecto óptico.

A media mañana de un día cualquiera, el también llamado “Boss” llegó a las instalaciones de TV3 y pasó un par de horas visitando e inspeccionando todos los departamentos de la emisora. Posteriormente, nos trasladamos al comedor “VIP” del centro de producción y allí, en la intimidad más estricta, celebramos un almuerzo que finalizó avanzada ya la tarde. Fueron una cuantas horas de conversación relajada e informal en la que se habló de una cantidad enorme de temáticas variadas. Por azar, me tocó sentarme junto al “personaje” invitado. Estuve hablando con él en múltiples apartes de la conversación general. Me pareció un “tipo” como mínimo interesante.

Al terminar el ágape, Berlusconi me regalo una corbata con los colores del equipo de fútbol Milan de su absoluta propiedad y presidencia. En la parte baja de la prenda elegante, aparecían bordadas sus iniciales (S.B.). La conservo.

Tres años después de su visita a TV3 —conservando yo mi cargo de Director de Programación de la cadena catalana— me llamó por teléfono, desde Milán, Valerio Lazarov para invitarme a la central de Mediaset en Italia. Quería reunirse conmigo; no me podía avanzar nada del contenido del encuentro. Horas después, yo estaba en Milano Due (sede de la compañía en las afueras de la capital lombarda y auténtico núcleo urbano crecido de la nada) desayunando con el hombre de paja profesional de Berlusconi, Lazarov.

En seis meses, Mediaset (constituida como Tele5) se iba a implantar en España. Lazarov me ofreció la dirección de programas de dicha nueva cadena comercial y privada. Durante el magnífico desayuno con el que me agasajó el rumano, me relató sus planes para la nueva emisora generalista española (de propiedad italiana) y me contó sus expectativas de futuro. No me interesó, para nada, el conjunto de valores con que se basaba la creación de Tele5 y le proporcioné una negativa sin posibilidades de reconducción. Me seguía sintiendo muy bien en TV3 y no estaba para experiencias con gaseosa en otra cadena.

Antes de retornar a Barcelona, le pregunté a Lazarov si alguien había interferido en mi propuesta para el nuevo cargo. Lazarov me contesto escuetamente con un “il boss”. Le inquirí: “Berlusconi?” y me lo confirmó. Y le repregunté: “Por qué?” a lo que Lazarov me respondió textualmente: “Berlusconi me dijo que quería que la programación de la nueva cadena española estuviera en manos de aquel señor que, tres años atrás, se había sentado junto a él en una comida en TV3. Era yo, un humilde servidor.

Un año más tarde, Lazarov me invitó durante nueve meses a una sesiones profesionales que se celebraban en Milano Due todos los últimos sabados de cada mes. Fui y participe nueve veces. En uno de estos encuentros, se presentó Berlusconi y tuve la segunda oportunidad, la segunda ocasión, de sentarme junto a él en otra comida particular. Conversación muy interesante.

Como verán, me he limitado a explicar mi personal anécdota del conocimiento de este personaje que acaba de fallecer.

Mis opiniones sobre el fondo político, económico y social del citado magnate me las guardo y me las llevo a mi tumba en Martorell, mi cementerio preferido.


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