OPINION

Lula

Julio Fajardo Sánchez | Domingo 30 de abril de 2023

Cada vez que el mundo está a punto de partirse en dos aparece una tercera vía. Frente a la invasión de Ucrania, los llamados aliados defienden una posición extrema del militarismo que se basa en “este partido lo vamos a ganar”. La solución final se presenta a ultranza, y los argumentos que se ponen sobre la mesa tienen que ver con que el mundo occidental se la juega en la permanencia de su modelo democrático. Luego está el aspecto diplomático, que sabe que cualquier conflicto se resuelve con un acuerdo en el que las partes siempre tienen algo que ceder.

La opinión pública solo lo plantea desde el punto de vista de quién tiene la razón, donde hay un agresor y una víctima y las soluciones pasan por el resarcimiento absoluto de la situación dramática. No todas las guerras acaban así; lo más frecuente es que exista un pacto que termine, aunque sea de forma temporal, con la excepcionalidad insoportable de la ocupación y la sangría.

La tercera vía son dos en realidad. Podríamos considerar un bloque formado por la OTAN y el resto del mundo, pero también, en ese grupo, habría que diferenciar a los que están en el debate por el liderazgo mundial, China y los EEUU, y los gigantes de segunda que no quieren aparecer como convidados en las mesas de negociación.

En este caso, Lula, que reaparece como la esperanza de la izquierda sudamericana y la India, que acaba de superar la demografía de su vecino asiático. Lula está en Europa, y ha venido a España y a Portugal, los países referentes de una influencia cultural heredada de siglos de colonialismo. Lula se alinea con los de la solución dialogada, la que han insinuado, como posibles intermediadores, Xi JinPing o Erdogán, pero sin entrar en el tema de fondo, que tiene un carácter más global de lo que parece.

Aunque solo sea por estadística, tengo que apostar por el gran acuerdo para acabar con una guerra a la que todavía una de las partes se niega a reconocer como tal. Llamémosla con el eufemismo de invasión, algo que se puede detener sin que suponga una pérdida flagrante del honor. Las guerras son importantes provocadoras de los cambios, a pesar del coste irreparable en vidas y en equipos. El mundo pasa por un reto de transformación discutido en todos los foros internacionales.

Las transiciones que marcan las agendas no implican soluciones contra lo que no se puede luchar, como los aspectos mecánicos del funcionamiento del planeta, sino de la adaptación de la totalidad de los cuerpos sociales a las nuevas maneras de entender la sociedad y la convivencia. De rondó se nos meten algunos aspectos no tan fundamentales, como el género y otras cuestiones, pero lo fundamental es que nos tenemos que vestir con un nuevo traje sin que se note demasiado y sin traumatismos.

No es la primera vez que ocurre. El mundo ha seguido adelante gracias a las respuestas que damos a esos importantes retos. Se llama evolución y su panorama está diseñado desde hace años, cuando las utopías eran consideradas como tales y todos pensaban en que ese tiempo no llegaría nunca. También es habitual lo de las terceras vías, como la de Lula, porque es más fácil alcanzar acuerdos en órganos que dispongan de un número impar de miembros que entre dualidades que tienden a disolverse. Ahora nadie da un duro por una pareja como la de Anabel Pantoja. Menos pensable es creer que en ese modelo de relaciones el mundo va a hallar alguna estabilidad.

Lula se pasea por Europa y los analistas lo achacan a un retorno de la socialdemocracia. No creo que sea para tanto. De momento habrá que ver si nuestros dirigentes son capaces de imitar su modelo o prefieren continuar persiguiendo la foto de Biden. A todas estas no sé dónde está Yolanda.