OPINION

Las coladeras

Jaume Santacana | Miércoles 26 de abril de 2023

Desde hace la tira de años, de vez en cuando (más de vez que de cuando), alguna señora de edad variable pero más bien substanciosa en años y con rostro de beata recalificada por algún organismo vaticano, tiene a bien inmiscuirse en mi vida y adelantarse en aquello que me correspondería por pura lógica y, por supuesto, por turno. Porque pasa, indefectiblemente que, en nuestra existencia en el planeta Tierra, cada uno de nosotros, en un momento dado, en cantidad de ocasiones, tiene un turno, cosa que viene a ser respetada por una gran mayoría de personas civilizadas o urbanísticamente bien paridas. Y como ocurre con la gran generalidad de los humanos, aquello tan sobado de que "la excepción es la regla" no es un simple tópico típico y sucede que existe un grupúsculo de personas -un grupo, vamos, para no quedarnos cortos- que tienen la pésima costumbre de adelantar posiciones en las filas producidas a base de tandas de espera; o turnos, para ser más precisos.

A mi ya respetable (que no siempre suficientemente respetada) edad, uno ya empieza a discernir sobre la cantidad y la cualidad de las cosas, los hechos, los acontecimientos que suelen suceder en diversos ámbitos de la vida, sobre todo en la cotidiana y, a veces, rutinaria existencia.

Y la cosa es que mi veteranía ha adquirido ya un cierto grado de experiencia -eso que actualmente algunos cursis denominan pragmatismo o empirismo- y puedo dármelas de sabio clasificando tipos de gente a partir de sus acciones que transcurren en el tiempo. De manera que, a estas alturas y sin tapujo alguno, me veo con cierta capacidad -y así lo hago- de afirmar, sin lugar a dudas metafísicas ni otras diversas mandangas que: el 99'9% de las personas que se cuelan en las colas o filas de la gente con civismo y haciendo gala de la tan cacareada paciencia de Job, son féminas. Y, ya puestos, el 99'9% de esta muestra de incívicos e incívicas (más de las últimas, claro) son señoras de entre 60 y 73 años.

Un servidor, todo sea dicho, está hasta el mismísimo moño, de ser "colado" en las colas -y valga la bonita redundancia- por estas fenómenas previejecitas pulcras que, haciendo caso de la sentencia que abona la teoría de la "ley y el orden", deciden pasarse por el forro o la forra los turnos establecidos elegantemente y saltarse, así a la torera, las más elementales normas de convivencia ciudadana (en el mundo de la ruralidad sus punibles acciones son menos aparatosas; por aquello de que todo el mundo se conoce).

Las hay, de entre estas brujas que, cuando uno está en plena calle esperando la llegada de un taxi, para poner un ejemplo, se sitúan unos metros antes que "uno" (que en este caso sería uno mismo, o sea yo) con la innoble intención de pararlo antes y subirse a la parra, es decir, al vehículo público.

Otras arpías vestidas de oscuro, pelo canoso y moño preconstitucional, simplemente se meten, se "entrometen" mejor, en las filas de los embarques de los aviones, como si nada, se hacen un hueco y aquí paz y después gloria.

La mayoría de esas pérfidas víboras, de todas maneras, cometen sus fechorías coladoras en los puestos del mercado o en las colas para el pago en los supermercados. Las de los puestos de un mercado tradicional -pongamos en una bacaladería clásica- esperan a que la dependienta pronuncie aquellas mágicas palabras de "quién va ahora" para, con un gesto ágil y sin llamar mucho la atención levantar la mano (al estilo fascista, pero con más discreción) y decir el "me toca a mi, Juana" (siempre suponiendo que la bacaladera se llame Juana que, por cierto, casi todas las bacaladeras se llaman Juana; lo tengo también comprobado).

Evidentemente, estos bichos y bichas malvadas no sueltan prenda, cuando llegan a la parada y, por lo tanto -si no hay marcador automático de turnos, que son la mayoría de puestos- nunca preguntan aquello, también tan antiguo, de "¿quién es la última?

En fin, creo que se debería cambiar de una vez por todas la reforma penal (esta vez en serio) para constituir a la "coladura" como delito y punirlo con toda la mala leche que las instituciones permitan.

¡Que se tramite rápido y urgente este proyecto de ley.

No aguanto más.