Antiguamente, el objetivo de gran cantidad de las personas nacidas en España, era el de hacerse funcionario. Tal vez habrían dedicaciones que aportaran más prestigio; pero, que dieran tanta satisfacción a quien alcanzaba la meta del “machito” en la administración pública, casi puedo asegurar que no.
Es verdad es que, su preparación para llegar al objetivo, llevaba y sigue llevando un tiempo de estudio muy importante. No digamos ya, las de la Administración con mayúscula -notaría, fiscalía, judicatura y otras del mismo nivel-. Noches sin dormir, enclaustramiento social, temarios interminables de temas que ni se sabía para lo que serían de utilidad, te llevaban ante un Tribunal que te sometería a un examen y otras pruebas para, al final, conseguir una de las pocas plazas que se ponían sobre la mesa de contratación. No es que fueran pocas en número -que también- sino que se minimizaba el número, al compararlas con la enorme cantidad de candidaturas que se presentaban a ellas.
Pero, una vez que se puede leer el nombre de quien ha concurrido a la oposición, en el listado de aprobados, la cosa cambia radicalmente. De momento, ya se ha conseguido la casi segura concesión del crédito que, el banco, te había denegado alegando que eras una persona que no se ajustaba al perfil que el crédito exigía. Vamos, ¡que eras un “nadie”! También comenzarás a hacer nuevas amistades, incluso antes de tomar posesión de tu nuevo y flamante puestito de trabajo. Da igual que te hayas presentado para ordenanza, o para administrativo de hacienda; el caso es que quien te conoce, o te conozca, tendrá una posible palanca en un puesto clave. Y, eso, es ir directamente al principio que propugnó el señor Arquímedes de Siracusa: “dadme un punto de apoyo, y moveré el mundo”. Conseguirás, también -en algunos casos-, alcanzar el don de la velocidad extrema del chiste: “mi padre es bombero y es el más rápido del mundo; cuando se declara un incendio, estará listo en no más de cinco minutos. Pues el mío es mucho más rápido; es funcionario, termina de trabajar a las tres de la tarde, y a la dos, ya está en casa”. Son muchos más beneficios que aporta el alcanzar la meta de convertirse en funcionario. Antiguamente, se obtenían dotes de “visión de rayos X”, que les permitían detectar la falta de una póliza en una documentación, sin ni siquiera abrir la carpeta del expediente. Al darse esta peculiaridad justo antes de la hora de finalización de la jornada, se aceleraba el “ingenio funcionarial”, que era otra de las grandes virtudes que se adquiría con el tiempo, y sin darte cuenta, salía de su boca, aquello de: “vuelva usted mañana con toda la documentación completa”. Hoy, en día ya no se tira tanto del recurso “vuelva Usted mañana”, pero se ha puesto en marcha uno nuevo: “solo se puede venir con cita previa”. ¡Objetivo apto muchas veces, solo para los “Indiana Jones”!, Les entregaban también, al comenzar en su puesto de trabajo, un cartelito de no molestar que era como una especie de comodín que podían hacer valer a la hora del desayuno, o simplemente cuando tuvieran que entresacar información de utilidad, de la prensa.
No todo era maravilloso; también se veían sometidos a una estresante carga de trabajo que en muchos casos les producía un arrepentimiento de haber optado a ese puesto de trabajo. ¡Eh! Nada de pasos atrás. Todo lo más una queja formal a través de los sindicatos del ramo, una sentada -otra- de brazos caídos y a esperar a que, desde la Administración del Estado, se programaran nuevas plazas para dar viabilidad a la abusiva carga de trabajo. ¿Será igual en la empresa privada? Por otro lado, la tortura que he mencionado para preparar las oposiciones -no era cosa fácil- forma parte del argumento que se esgrime para defender determinadas “actitudes”. Argumentos que podrán ser más o menos comprendidos, pero son los suyos. ¡Haber opositado!
Hasta el momento, se ha expuesto, de una forma más o menos caricaturizada, el cuadro donde poder ver al personal que trabaja como funcionario, o agregado, para la Administración del Estado en cualquiera de sus Estamentos. Pero, todo, no es de un solo color. También he tenido la oportunidad de conocer a personas extra-cumplidoras en este gremio, que entraban a las ocho de la mañana en sus puestos de trabajo y no se iban hasta pasadas las diecinueve horas. Me he tropezado con gente sumamente amable y resolutiva para despejar el camino a posibles trabas o conflictos con la Administración. Lo que demuestra que, como en “botica”, hay de todo.
Las diferencias entre los buenos hacedores y los mediocres o vividores de lo público; es que los primeros, casi ni los sientes, porque se dedican a su trabajo con la diligencia que se ha expuesto. Mientras que, los segundos, aun siendo pocos, parecen un batallón. No por el bulto que hacen, sino por el ruido -incomodidades, malos modos, ineficiencia, complicaciones, etcétera-, que producen.
Frente a uno y otro tipo de profesionales que trabajan en los organismos públicos nos encontramos un ejército de ciudadanos que lo único que hemos hecho, para merecer a aquellos funcionarios que actúan en la mediocridad, es no tener, la condición de administrado, ganada en oposiciones. Resumiendo, ese puede que sea el motivo por el cual perdemos muchos derechos que solemos reclamar. Tal vez si hubiéramos cumplido con ese trámite, que sí lo han hecho quienes nos atienden con las ganas surgidas de sus “calzones” -me refiero, obviamente, a los que ya vienen con la mala sangre de fábrica-, tendríamos otro tipo de derechos y estaríamos protegidos por el “Sindicato del Administrado con Oposición” (S.A.C.O.). Que nos atienden mal de forma reiterativa, pues a “tomar” por el camino del Sindicato ¡el nuestro!, y huelga al canto de “talonarios caídos”. Que no se llega a un acuerdo entre una y otra parte; pues, que Los Señores Jueces, diriman el entuerto, pero ya de “igual a igual”: de “opositor a opositor”.
Algo habrá que hacer porque, por lo que se ve, se oye, o se vive; doña “vuelva Usted Mañana” está nuevamente, en algunas oficinas de lo público. Que solicitas una licencia de construcción: ¡ya le contestaremos! Que necesitas hacer una reclamación contra Hacienda: ¡pida cita previa! Que te han multado y crees que tienes la razón: ¡pague primero! Que tienes que pagar un parking, mientras que algunos funcionarios tienen plaza gratuita: ¡no se queje, y oposite! Que, hay que dar solución económica a un “reparo”: ¡El interventor, junto con el Secretario, puede que estén de Congreso súper guay en Canarias! que, que… ¡vuelva Usted mañana! Que necesitas hacer una gestión para el paro o para la Jubilación: Siempre con Cita Previa, que ya que vino, se queda para siempre.
Si los derechos que se adquieren por oposición, prevalecen sobre los que se les suponen a los administrados, pues habrá que demandar las mismas pruebas para ser “población”. Eso, o permitir que Estado, actúe con regulaciones disciplinarias que puedan conllevar, incluso, la pérdida de su puesto de trabajo. Pero, ojo, con la misma contundencia que ocurre en el sector privado. ¡Oposición si, Licencia para impunidad, no! También queda la posibilidad de que, la ciudadanía, pueda exigir cita previa para que vengan a cobrar los impuestos.