OPINION

El deseo de aprender

Juan Pedro Rivero González | Jueves 19 de enero de 2023

Después de 30 años de docencia pocas cosas me deberían sorprender. Pues me equivocaba. Me acaba de sorprender un alumno que me ha pedido hacer el examen y que, si no me importaba, una vez lo corrigiera, se matricularía. Me ha sorprendido muchísimo. Mientras se examinaba -no me atreví a decirle que no tanto por el interés intelectual que le reconozco como por su edad- pensaba que, ordinariamente, hasta que uno no matricula una materia y paga las tasas, psicológicamente no queda del todo comprometido con el esfuerzo académico. En este caso el esfuerzo se antepuso, se adelantó, y transformó el proceso. Estudió motivado por mero saber, no porque fuera evaluado y calificado. Una verdadera sorpresa. Hacer el examen antes de matricular la asignatura. Tenía el libro subrayado, unos esquemas hechos y muchas inquietudes en sus comentarios.

Estas semanas hemos escuchado mucha prensa y redes sociales tratar el tema en relación a un artículo de un docente universitario que les ha dirigido a sus alumnos una proclama seria y llamativa: “Les estamos engañando”. Otros profesores le han respondido, muchos apoyando su criterio en torno a la devaluación de la enseñanza universitaria, otros contrarrestando la valoración fundamentados en las nuevas estratequias pedagógicas. Lo cierto es que la inmensa mayoría de los docentes buscan enseñar, o promover el aprendizaje, y el alumnado -siempre y en todas partes- minimizar la carga y flexibilizar las exigencias académicas. Incluso eliminar el examen como método de evaluación final -valga el ejemplo- puede ser objeto de un aplauso unánime dentro del aula. De ahí mi sorpresa y conmoción con este alumno que quiere aprender más allá de la obtención de una certificación o título. Sin duda debe ser la edad…

Pero lo que está de fondo es la importancia que encierra el deseo de aprender. No solo la necesidad de hacerlo, sino el hecho de que se despierte en nosotros el deseo. Por eso, entre las competencias básicas que estamos llamados a desarrollar en el alumnado, y sobre todo en nosotros mismos, más allá del conocido “aprender a aprender”, deberíamos incluir el “despertar el deseo de aprender”. Tener la voluntad de conocer la verdad. Buscar encontrarla en ese hermoso mecanismo interconectado y holístico que es toda búsqueda. Desear saber para poder ser plenamente libres. Porque solo quienes conocen las posibles opciones pueden elegir verdaderamente.

Este deseo es connatural, pero es muy fácil de sofocarse al socaire de las culturas que te dan todo hecho y envasado. No hace fata que lo busques: yo te lo ofrezco al módico precio de tu voluntad. No tienes que pensar, yo pienso por ti; no tienes que buscar, yo busco por ti. Disfruta del viaje, deja de pensar. O sea, cambia la libertad por una vida tan cómoda como vacía. Y lo de vacía lo sugiero porque esta transacción no corresponde a nuestra naturaleza.

Habría que proponer a las generaciones futuras, como digna existencia, el deseo de aprender, de saber, de conocer. Y en esa tarea, en nuestra experiencia, cada uno de nosotros podemos desgranar un rosario de maestros que nos han enseñado ese camino de libertad y gozo.

La escuela del buen deseo.


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