OPINION

Feliz Navidad

Juan Pedro Rivero González | Jueves 22 de diciembre de 2022

Este año el día de Navidad cae un domingo. Es una coincidencia que tiene interpretaciones contradictorias. Perdemos un día de fiesta y descanso, dirían unos. Ganamos significación del día de la Navidad, tan vinculado al die domini, motivo por el que los domingos se colocan en rojo en el almanaque, dirían otros. Seguro que hay más consideraciones al respecto de esta coincidencia, pero valgan estas dos como expresión de la multitud de interpretaciones posibles. El hecho incuestionable es que este año el 25 de diciembre es un domingo.

La vida salta de aquella cuña improvisada. Salta tan alto que atraviesa la crucifixión del nacido sentándolo a la derecha de la omnipotencia divina. Allá está ya la naturaleza humana glorificada por la Resurrección de Jesús. Y ya no hay vuelta atrás para la humanidad. Somos herederos de la vida que, por muchas dificultades con las que se encuentre, o dificultades que le pongamos, siempre busca camino. La vida tiene la última palabra.

De las personas que han dejado huella en la historia hacemos efemérides. Nos interesa todo de ellas. Son personas en las que la cultura se mira y regocija. Se cita aquellas palabras de Gandhi, o aquella frase de El Principito. Citamos a Ortega y Gasset, o hacemos memoria de Rabrindanath Tagore. Visitamos la casa natal del José de Ancheta o ponemos una placa por fuera, en la Calle Real informando que en aquella casa de San Sebastián de la Gomera nación Ruiz de Padrón. El recuerdo se hace fiesta. Y la fiesta nos ayuda a revivir valores y sentido.

Eso nos pasa con Jesús de Nazaret. Su importancia en la historia de Occidente es tal que no podemos no recordar su nacimiento. Haya o no nacido en este día concreto, el vínculo cultural con la fecha es independiente del gran acontecimiento: Jesús nació en suelo palestino y se ha convertido en clave de bóveda para la humanidad. No hace falta fe religiosa para creer en él; pero para quienes reconocemos su doble condición humana y divina, el 25 de diciembre tiene un profundo rojo festivo que este año se duplica, si cabe, al coincidir en domingo.

Las evidencias científicas en el campo de la neurociencia y la psicología cognitiva nos reconfortan al proponer la importancia de alcanzar un sistema de significación que haga menos amarga la vulnerabilidad de la existencia humana. Pero el hecho religioso cristiano que celebramos es más que un analgésico cultural para nuestros dolores. Su sentido responde, como anillo al dedo, al anhelo de trascendencia que todos llevamos anclado al alma. Es la última pieza del puzle de sentido que era necesario colocar para contemplar la belleza armónica del rompecabezas que somos. Y encajó a la perfección con el sentido de la vida humana porque nació de mujer y tuvo capacidad de morir. Eso nos es propio y nos conmueve: un amor capaz de morir como nosotros.

De cualquiera de las maneras que imagine a un ser humano escuchar estos días un duro de música navideña, la alegría que me invade es digna de una felicitación. Feliz Navidad a todos los que leen lo que escribo; a quienes con su condescendencia perdonan mis errores y sostienen mi deseo de compartir ratos de escasa lucidez.

Feliz Natividad de Jesús, el Señor.


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