La búsqueda, sin ser exhaustiva, tropieza con el primer dato: “La distancia que separa las ciudades de Darfur, en Sudán y Melilla, en España, es de 1,658.92 kilómetros en línea recta., y entre ellas no existe una ruta posible por carretera.”
Ignorante como soy me parecía que algo tendría que haber, por eso insistí con otra aplicación, esta vez Google Map, empeñada- la aplicación- en reafirmar lo mismo, a pesar de que en vez de situar Melilla como punto de llegada la cambié por una ciudad marroquí cercana: Nador.
El algoritmo respondió: “ No hemos podido calcular las indicaciones en coche de Darfur, Sudán a Nador, Marruecos” .
Parecía no haber caminos: “No hemos podido calcular las indicaciones a pie de Darfur, Sudán a Nador, Marruecos”, como si los mapas trazados por el imperio no incluyesen senderos fuera de la zona del bienestar.
Pero debía haberlos, ¿como llegaron hasta ese punto los miles de inmigrantes africanos?, los mismos que encontraron alambradas y concertinas separando el infierno en el que viven y el supuesto paraíso donde les gustaría vivir.
Sin grandes esfuerzos encontré algunos de los que utilizaron, partiendo desde el hambre, la guerra, las sequías y la muerte, para terminar encontrando lo mismo.
Dependiendo de la brújula elegida tuvieron que dejar atrás Egipto si el norte de la ilusión lo pretendían en el Mediterráneo; Chad, Niger, Argelia y Marruecos, si la elección era Melilla; y finalmente Chad, Niger, Mali y Mauritania cuando intuían que las Islas Canarias podrían regalarles la fortuna de las Afortunadas.
Migrantes de todas las edades, dispuestos en procesión para “defenderse” mejor de maleantes, secuestradores, violadores, personeros de las dictaduras, gente de la peor calaña acomodada en el delito y la perversión, a la sombra del privilegio.
Después de meses fueron llegando a su destino enfermos, desnutridos, apoyados en muletas, también llegaron los más jóvenes, más saludables , valientes, predestinados a ser el sustento de sus mayores y contribuir al desarrollo de sus países de origen.
Con la ambición intacta comenzaron a comparar opciones como si alguna fuera la mejor, para contratar una barca de corcho, o saltar por el sitio con menos púas, o cargueros de chatarra donde acomodarse, y a negociar con delincuentes que olvidaron su condición de humanos cuando vieron el segundo dólar.
Estaban en ese lugar porque ya no podían seguir soportando el rechazo, las enfermedades, el abandono en los campos de refugiados, alentados por el entusiasmo que regala la esperanza, ¡ay la esperanza!
Así empezaron su tránsito hacia Europa, ya conseguirían desde aquí, ayudados por el fruto del trabajo y la solidaridad de sus congéneres mejorar las condiciones de los suyos allá, donde los malos continúan dirimiendo sus batallas..
Cada vez más cerca, cada uno con su historia y sus penurias en vez de equipajes, se instalaron en lugares donde sólo parecía faltar un salto para justificar el dolor y la ausencia de aquellos que se quedaron en el camino.
Y así, el 24 de junio de 2022 se fueron juntando uno, dos, tres, cincuenta, cien, mil, empujados por la terrible policía marroquí al servicio de un sátrapa innombrable, hacia el monte Gurugú. volcán dormido y testigo de las pesadillas del espanto.
Decenas de agentes de la seguridad, empachados de autoridad y secos de compasión, cansados de esa presencia, golpearon, volvieron a golpear, y luego los “arrearon” como reses y los gasearon hasta que se consumó la catástrofe.
23 refugiados muertos, 70 desaparecidos, y cientos trasladados a desiertos y sitios distantes, abandonados a su suerte, que ya se sabe cual suele ser.
Tras los lamentos llegaron Investigaciones, polémicas y 5 meses después continúan las controversias y se ponen en entredicho las declaraciones de los responsables políticos porque varios medios de comunicación en un esfuerzo encomiable, reconstruyeron con evidencia filmadas lo que realmente pasó.
El documental elaborado por “El País”, “Der Spiegel” y otros medios internacionales, muestra, en poco más de 17 minutos lo que somos y también las bestias en que podemos convertirnos por culpa de un mundo fallido, donde han desaparecido los derechos más elementales.
El testimonio se encuentra en https://www.youtube.com/watch?v=Q_J502iAcTc, y debería verlo el Ministro del Interior, quien asegura que “ninguno de los hechos luctuosos del 24 de junio se produjo en territorio español, y que frente a la actitud extremadamente violenta de los migrantes y refugiados, los agentes españoles actuaron de forma proporcional y templada.”
Dice muchas más cosas, y lo hace ante la prensa y en el propio Congreso, demostrando la ausencia total de sensibilidad, porque actuar de forma “natural y templada” hubiese implicado actuar, no simplemente observando como se estaba muriendo gente a tres pasos de una línea imaginaria o para devolver después a los más de 400 desgraciados sobrevivientes que habían alcanzado a respirar un soplo de aire español.
Los refugiados están condenados desde siempre, es posible que al Ministro Marlaska lo condene la historia. Lo más grave es que el resto de la humanidad también estamos condenados, con penas distintas, porque este drama es insostenible, y, sin embargo, es posible, pueda volver a repetirse.