OPINION

Radiografía del fracaso escolar

Agustín Buades | Domingo 11 de septiembre de 2022

El fracaso escolar es siempre un problema preocupante, pero en tiempos de crisis económica se paga a un precio especialmente alto. Según la Comisión Europea, con que disminuyera un punto porcentual la tasa de abandono prematuro de las aulas, la economía europea contaría cada año con un potencial adicional de casi medio millón de trabajadores jóvenes cualificados.

Muchos estudios han documentado que la cicatriz del fracaso en la escuela acompaña al alumno durante mucho tiempo después del abandono de los estudios. A veces, durante toda su vida profesional: las personas con menos estudios tienen más dificultad para encontrar trabajo, para conseguir un contrato indefinido, cobran menos y sus periodos en el paro son más largos.

Las consecuencias se extienden incluso fuera del ámbito profesional. Según un informe de la Comisión Europea, “quienes abandonan prematuramente los estudios suelen participar menos en los procesos democráticos y son menos activos como ciudadanos”. De ahí que el rendimiento escolar se tome como un buen indicador del desarrollo de la democracia en una sociedad.

Si así es, la democracia española presenta síntomas alarmantes.

El fracaso escolar –no obtener el título de educación secundaria obligatoria (ESO)– alcanza al 27,9% de los alumnos, y el índice de abandono escolar prematuro –no obtener ningún título de educación secundaria post-obligatoria: bachillerato o ciclos formativos de grado medio– es del 31,2%, cuando la media europea está en el 14,4%.

Del casi 30% que no consigue el título de ESO, siete de cada diez no vuelven a matricularse en ningún otro tipo de enseñanza. En una coyuntura nacional e internacional en la que la capacidad para el “reciclaje” profesional y la formación permanente son requisitos para poder moverse en el mercado, el estancamiento de casi un cuarto de los estudiantes en la educación obligatoria supone un obstáculo mayúsculo para el desarrollo profesional de la juventud.

Para evaluar el rendimiento académico, algunos especialistas prefieren fijarse en la adquisición de algunas capacidades básicas, porque piensan que este criterio es más objetivo que el del fracaso escolar, habida cuenta de la diferente exigencia académica por países o incluso por regiones de un mismo país.

Entre las capacidades básicas, se suele prestar especial atención a la habilidad matemática y a la comprensión lectora. Según los datos del último informe PISA, uno de cada cuatro alumnos españoles tiene importantes carencias cognitivas en matemáticas, y uno de cada cinco en comprensión lectora, aspecto especialmente preocupante porque influye en el proceso de aprendizaje de prácticamente todas las materias.

Aunque la etapa con más repeticiones de curso en términos absolutos es la ESO, los estudios revelan que la mala trayectoria de muchos de los alumnos que repiten en la etapa secundaria se inicia en los estudios primarios. Un 16,5% de los alumnos llega al primer curso de la ESO habiendo repetido ya al menos una vez. Al finalizar la ESO, más del 40% ha repetido algún curso. Un dato muy relevante, ya que entre los factores más claramente asociados al perfil de fracaso escolar destacan el absentismo (91% de los casos) y la repetición (88%).

Por otra parte, los chicos abandonan en mayor número las aulas que las chicas. Además, están sobrerrepresentados entre los alumnos que presentan problemas emocionales y de comportamiento, o dificultades específicas de aprendizaje: un 65% son chicos.

La Comisión Europea tampoco se olvida de la responsabilidad de los gobiernos. Así, recuerda que “solo unos pocos estados miembros siguen una estrategia coherente y general para reducir el abandono escolar prematuro. Muchas iniciativas contra este fenómeno no están suficientemente relacionadas con otras políticas dirigidas a los jóvenes”. Y dentro de estos "pocos estados miembros" no está nuestro país, España.


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